Un tribunal francés obliga a readmitir a una empleada despedida por llevar el pañuelo islámico
Dallila Tahri no se ha quitado el velo islámico en público en los últimos ocho años. Y según el tribunal social que sentenció ayer sobre su caso, tampoco tendrá que hacerlo en el trabajo. La empresa privada Téléperformance ha sido condenada a readmitir a esta empleada de origen argelino, que fue despedida a causa de los finos tejidos blancos que recubren su frente, orejas y cuello. El tribunal no ha admitido el argumento empresarial de que esa prenda implica una actitud "fundamentalista".
"No podía esperar nada mejor", comentó la afectada tras conocer el fallo, anunciando su intención de presentarse en seguida en el trabajo. Tiene ocho días para hacerlo y la compañía otros tantos para aceptarlo, además de quedar obligada a pagarle todos los salarios devengados desde el 17 de agosto. Contra esta sentencia cabe recurso.
El problema de la empresa es que admitió a la mujer sin importarle que llevara el velo islámico, como lo prueba el que aparezca con esa prenda en la fotografía de su tarjeta de empleada. Fue contratada a principios de 2001 para engrosar las filas de operadores que, sentados ante un ordenador y pegados al teléfono, trabajan sin ver al público. No hubo problemas para ello durante el tiempo en que su prestación se produjo en una oficina de barrio.
Al cabo de unos meses, la trabajadora pasó a la sede central. A diferencia de otras empleadas, que llevan el velo de manera más discreta, Tallila Tahri se negó a retirar el suyo de la frente y del cuello. Sus jefes lo consideraron una actitud "fundamentalista" que podía herir la sensibilidad de los clientes, a los que se ve en persona con mayor frecuencia, en la sede central, que en una oficina dedicada a la mera atención telefónica.
Este caso abre el debate sobre la gestión empresarial de las demandas particulares de los trabajadores, que tienen que ver con sus derechos y libertades. Pero es pronto para asegurar que la jurisprudencia autorice al trabajador a exhibir signos religiosos. No fue así en el caso reciente de una asistente social despedida por una institución pública, con el argumento de que la laicidad del Estado impide a sus funcionarios y contratados que exterioricen sus creencias religiosas. En el caso de los profesores, existe una decisión del Consejo de Estado (máximo tribunal administrativo en Francia) que prohíbe la manifestación de creencias religiosas en el ejercicio de sus funciones.
El asunto es delicado en un país constitucionalmente laico, que admite en su seno a todas las religiones. Dallila Tahri, de 30 años, no permite la menor duda sobre sus convicciones: "Si en la entrevista para contratarme me hubieran dicho que el velo planteaba un problema, yo no habría pedido el puesto, pues entre mi trabajo y mi relación con Dios, no hay elección", aseguró en el juicio. La persona que se expresa así, aunque nacida en Argelia, se ha educado en Francia. Cada vez resulta más frecuente ver mujeres con velo en los lugares públicos de un país donde se estima que son musulmanes por los menos 4 de los 60 millones de habitantes.
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