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Reportaje:

Poética del propileno

El premio Nobel de Química de 1981, Roald Hoffmann, recita en la Residencia de Estudiantes sus poemas sobre ciencia, traducidos por primera vez al castellano

Si por casualidad quiere saber si hay poesía en la química o química en la poesía, Roald Hoffmann (Zloczów, Polonia, 1937) es su hombre. Él le dirá que sí, con la autoridad que le confiere ser el premio Nobel de Química de 1981, poeta científico y autor teatral. Le dirá que el estado metamíctico de un elemento radiactivo es la mejor forma para describir al enemigo que todos llevamos dentro: "Al principio forma un cristal perfecto y traslúcido y con el tiempo se vuelve brumoso y se resquebraja por su propia radiación". Y se lo dirá despacio y sin perder la sonrisa, como hizo ayer en la Residencia de Estudiantes, donde por la mañna presentó su primer libro de poemas traducido al castellano, Catalista (Huerga y Fierro). Por la tarde leyó fragmentos de su obra.

Judío nacido en Polonia, sobrevivió a los nazis escondido año y medio en un ático sin luz
Además de la teoría de la conservación de la simetría orbital ha escrito obras de teatro

El libro contiene poemas con referencias a la ciencia, como El método científico, Oligopoema, Evolución, otros de amor y otro dedicado al escritor Carlos Fuentes, Corral. En él, compara la vida de Sor Juana Inés de la Cruz, que en 1655 se encerró en un convento para escribir poesía, con las membranas de la célula eucariota, "que también permiten a la célula encerrarse para hacer lo que tiene que hacer".En Catalista también hay poemas sobre su vida, mezcla de tragedia y aventura. De niño, tras huir con su madre de un campo de trabajo, sobrevivió año y medio a los nazis escondido en un ático sin luz. Su padre fue fusilado tras intentar organizar la fuga de un campo de concentración. "Hasta 1989 fui incapaz de escribir sobre el tema", narra. Tras ser liberado por el Ejército Rojo, Hoffmann por fin fue a la escuela en Cracovia. Tenía siete años.

Ahí comenzó un periplo por Europa que concluyó en 1949, cuando llegó a EE UU. Aprendió inglés, su sexta lengua entonces, y en 1965, con sólo 28 años y ya en la Universidad de Harvard, elaboró junto a Robert Woodward la teoría de la conservación de la simetría orbital. Aún se estudia en las facultades y fue clave para que le dieran el Nobel "por extender el ámbito de la aplicación del cálculo mecánico-cuántico simplificado a las moléculas orgánicas".

Esta teoría predice qué moléculas van a reaccionar fácilmente y cuáles no, según los electrones que hay involucrados en la reacción. "Hoffmann ayudó a convertir la química, una ciencia basada en la receta y la cocina, en algo predecible", afirmó ayer Francisco García Olmedo, catedrático de la ETSI Agrónomos de Madrid e impulsor de la traducción. Hoffmann tiene previsto pronunciar esta tarde una conferencia sobre química en la Residencia de Estudiantes.Pero Hoffmann asegura que no es esa su mayor contribución a la ciencia, sino "enseñar, divulgar y normalizar la ciencia". Es profesor de Química en la Universidad de Cornell (EE UU) y dice que siempre elige alumnos de primer curso. "Me gusta ver cómo les brillan los ojos y me obliga a explicar mejor".

Para la divulgación, además de la poesía, que comenzó a escribir en los años setenta, ha escrito una obra de teatro llamada O2XYGEN, en la que científicos del XVIII como Lavoisier comparten escena con miembros actuales de la Academia sueca. La obra ha sido representada en Londres, San Diego y Berlín y la BBC la ha adaptado para la radio. Hoffmann ha realizado series de televisión sobre la química y prepara una obra sobre Marie Curie.

Y es que lamenta la poca vocación de divulgadores de algunos investigadores. "Mucha gente se interesa por el tema, pero no llegan a comprenderlo por lo difícil que lo ponen los científicos". Afirma que una metáfora a tiempo puede servir para mejorar una explicación, y que "si no se usan más es porque los científicos quieren impresionar a sus colegas y para ello prefieren las matemáticas".

Hoffmann ha publicado cuatro libros de poesía y afirma que es bastante más difícil publicar poesía que un trabajo en la mejor revista científica. "En una revista científica de primer orden tienes un 40% de probabilidades de publicar lo que envías. En una revista de poesía, un 3%". Por si fuera poco, es el "empresario" (lo dijo en castellano) de un café científico de Nueva York. Una vez al mes, destacados investigadores, comparten cartel con una banda de música y charlan en público.

Con tanta actividad, se entiende su lamento: "No tengo tiempo, voy muy liado y duermo muy poco, pero no sé qué dejar. Tal vez lo mejor sería abandonar la investigación, no creo que vaya a descubrir ahora el mejor superconductor del mundo, pero es que me entretiene, como la divulgación y las clases. No sé, no sé".

Roald Hoffmann, ayer en Madrid.
Roald Hoffmann, ayer en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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