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Entrevista:TOMÁS ARAGÜÉS | Compositor

"Estar sometido a presión alienta la creatividad musical"

Tomás Aragüés (Albalate del Arzobispo, Teruel, 1935) se jubiló hace dos años, pero aún no sabe lo que es vivir sin trabajar. Porque desde entonces, desde que dejó de impartir clases de Dirección de Orquesta en el Conservatorio de San Sebastián, se ha dedicado en cuerpo y alma a la composición. Recientemente saboreó la edición de un nuevo disco; el CD que contiene su Concierto para Txistu y Orquesta, interpretado por la Orquesta Sinfónica de Euskadi junto a Jose Ignacio Ansorena al txistu.

Pregunta. ¿Componer es como escribir una novela?

Respuesta. No sé lo que es escribir una novela. Pero en cada composición siempre hay una pequeña historia. En esta obra, por ejemplo, se trataba de unir el txistu con la orquesta sinfónica. Era la primera vez que se hacía. Por lo tanto no dejaba de ser una novela de aventuras.

P. Obras como esta tienen difícil encaje en las programaciones. ¿Para un compositor hay instrumentos de primera y de segunda?

R. No cabe duda de que instrumentos como el piano, el violín o el violonchelo, tienen una dimensión universal que nunca tendrán el txistu, ni la gaita gallega ni la dulzaina. El txistu difícilmente va a poder salir de los límites en los que nos movemos; pasa como con el euskera, que nunca se hablará ni en Francia, ni en Inglaterra.

P. Entonces, ¿prefiere el piano?

R. No digo que no. En todo caso, he trabajado como solistas el violín, la trompa y la flauta, y esas obras tampoco han tenido una fortuna superior al Concierto de txistu.

P. ¿Quiere decir que se apenas se han interpretado?

R. Los programadores no se arriesgan, entre otras cosas, porque el público siempre quiere oír a Mozart, Bach o Beethoven. ¡Y Dios me libre de compararme con ellos! Además, muchas de nuestras orquestas están dirigidas por maestros extranjeros a quienes nuestras obras no les sirven para sus correrías por otros lados.

P. ¿La música no es entonces tan universal?

R. Claro que es universal, pero si un maestro puede pasearse a lo largo de la temporada con cuatro obras que repite en todas partes, mejor que aprender doce.

P. ¿Hay mucho de comodidad?

R. No sé si mucho, pero algo es indudable. En todo caso, me considero afortunado, porque de vez en cuando aparece mi nombre en los programas.

P. ¿Cuál cree que es su mérito?

R. Moviéndome dentro de una cierta modernidad, no renuncio a la forma.

P. ¿Su trabajo se vuelve alguna vez repetitivo?

R. Sin duda. Pero pienso que no es un desdoro. Puede ser una falta de creatividad constante pero no es fácil ser absolutamente original en cada obra. Además es precisamente así como se consigue crear un estilo, como Mozart o Beethoven.

P. ¿Ha logrado el suyo propio?

R. No. Esa es ya una labor de genios y yo soy un modesto operario de la música.

P. La música vasca ha perdido este año a Carmelo Bernaola y Francisco Escudero. ¿Se ha quedado huérfana?

R. Sí, porque nadie de los que les seguimos tenemos su categoría, aunque hay compositores jóvenes que están trabajando bien y veteranos poco conocidos que pueden aportar mucho.

P. Habla constantemente de los clásicos. ¿Qué tenían ellos que no tienen los compositores de hoy?

R. Para empezar eran bastante pobres, no tenían distracciones y se centraban en el trabajo. Durante muchos años Bach estuvo sometido a la presión de la iglesia, estaba obligado a componer. Y en cierto sentido, la presión alienta la creatividad.

PERFIL

El compositor Tomás Aragüés comenzó a enredar con la música de niño. Estudió con su padre, también compositor y profesor de conservatorio, y creció leyendo las partituras de los clásicos, "el mejor tratado de composición". Cuando se jubiló, hace dos años, se volcó en la escritura de obras propias y en la orquestación de piezas de otros autores. Ahora trata de aprender a componer por ordenador.

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