El Betis se resiente

Lo que se anunció hace dos jornadas ante el Athletic se consumó ayer frente al Rayo, que, espoleado aún por su inopinada victoria sobre el Barça, acabó desquiciando a un Betis al que se le ha gripado la maquinaria y que sumó su tercera derrota en la Liga. Resentido por su eliminación frente al Auxerre en la Copa de la UEFA, el equipo de Víctor Fernández fue incapaz de cogerle el punto al encuentro y, pese a la escasa renta de los madrileños y a las incontables ocasiones de las que disfrutó, acabó dislocado y renqueante. La acumulación de partidos, las mermadas facultades de sus figuras -Joaquín causó baja y Assunçao y Capi andan tocados- y la falta de fortuna -Alfonso estrelló un penalti en el palo- se erigieron en escollos casi insalvables para los béticos, que, a falta de facultades, se exprimieron en lo físico para tratar de nivelar un partido que Onopko pronto decantó del lado rayista.

Pero la reserva física no fue bastante argumento porque para físico el de los jugadores de Fernando Vázquez, que no cejaron un instante en su táctica de acoso y derribo mediante fulgurantes contras que casi nunca encontraron más oposición que su propio infortunio o la certera actuación de Prats. Sin peso en el centro del campo, donde la pareja Ito-Fernando hablaban idiomas distintos; sin la capacidad de desborde de Joaquín y con Alfonso a medio gas, poco era lo que podía hacer el Betis, que, de nuevo, encontró en Capi resguardo. Hubo momentos en que Capi, al igual que Onopko -infranqueable-, parecía contar con el don de la ubicuidad. Lo mismo se inventaba un pase en la banda derecha que corría sin freno por el centro para nutrir de balones a Alfonso y al ayer obtuso Fernando, pero su esfuerzo sólo mereció las cerradas ovaciones que le brindó el público.

En este querer y no poder se movió el Betis todo el partido para tranquilidad del Rayo, que una y otra vez vio cómo los sevillanos se bastaban ellos solitos para desperdiciar las numerosas ocasiones de gol nacidas de la calidad de Capi y Denilson, eso sí, con todos los jugadores rayistas arropando en el barullo a su portero Etxeberria.