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Columna
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Escribir

Un oficio, una dedicación, un vicio. Por mucho que algunos piensen lo contrario, escribir no es un lujo ni una válvula de escape. Tiene bastante de profesional y en la excelente película Los profesionales, de Richard Brooks, uno de sus protagonistas afirma que sin amor y sin ideales no somos nada. Escribir de todas estas cosas puede parecer una frivolidad con la que está cayendo en Aguas de Valencia o si pensamos en las más lejanas aguas de Galicia. Pero he podido comprobar que en el Rincón de Ademuz leen y son agradecidos. Quienes nos dedicamos a esto sabemos que, además de cumplir con un sagrado mandamiento, corremos un riesgo. Que no es un peligro latente como cuando circulamos por una carretera, sino el peligro cierto de ser perseguido, mal entendido, enfilado y proscrito. Escribir no es fácil aunque tenga sus recompensas. Hace un tiempo publiqué en este periódico un artículo sobre el Rincón de Ademuz. Unos meses después he vuelto y me han reconocido. Recordaban el texto y el título: arrinconados. Y siguen igual. Recuerdo una frase de García Lorca que en algunos casos me ha servido de guía: "He dedicado toda mi vida a poner una luz en los sitios más oscuros y cuando alguien ha ido a retorcer el cuello de la paloma, le he dado la mano y la he ayudado a volar".

Volar es lo que necesita y merece el Rincón de Ademuz. Filón periodístico inexplotado. Enclave valenciano abrazado por Cuenca y Teruel, ciudad de la que le separan escasos 30 kilómetros. El Rincón de Ademuz, vinculado por la historia a la Orden de Montesa y con voto en Cortes, quiere seguir siendo valenciano. Se despuebla a la carrera y quienes mandan deberían tener en cuenta el gran problema que puede sobrevenir si se convierte en un desierto sin escuelas, sin labradores, sin identidad y sin gente.

No quiere ser el Racó d'Ademús, por lo que supone de desfiguración de su personalidad. En sus confines se perfila la estrategia de que "Teruel existe" y que alguien ha matizado en las pintadas con descaro: "por desgracia". Encrucijada entre Aragón y Castilla y el Reino de Valencia. Patito feo y olvidado de nuestra realidad geopolítica. Pero si otras muchas zonas han encontrado su rumbo ¿por qué no puede orientarse el porvenir de esta comarca donde se oye el silencio?

Circo romano donde confluyen las aguas que nutren el río Turia en sus orígenes, tiene ante sí un reto de supervivencia y una oportunidad, quizás la última, para remontar el vuelo antes de que sea demasiado tarde, o acabe imponiéndose la proximidad turolense al abandono valenciano. "Porque escribir es viento fugitivo, y publicar, columna arrinconada", nunca mejor descrito que en los versos de Blas de Otero.

Algunos sabemos del alto precio que tiene la escritura. No ciertamente el que recibes por la faena, sino sobre todo, el que pagas por decir cosas entre líneas y más si te atreves a llamar pan al pan. Quienes nos dedicamos al ensayo tenemos, y no es una exageración, el cuerpo y el espíritu señalado por los costurones. En cambio, nos queda la gratificación de que cuando vuelves a la tierra que visitaste con sensibilidad y alguien, más de uno, lo reconoce y te considera en cierto modo de los suyos. Es decir, de los nuestros. También nos alienta el recurso de acabar diciendo que el vino es vino. Entonces, definitivamente, ni ellos ni nosotros estamos solos.

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