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Columna
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Basura

El escrutinio de la basura permite descubrir las costumbres del sospechoso, es decir, usted. Por ejemplo, si usted deja la basura a deshora fuera del contenedor, es probable que un policía municipal rebusque entre los desperdicios hasta dar con una factura o una carta que le permita identificarle. Y será severamente amonestado por ser poco cívico, un formulismo cualquiera para llamarle cerdo con otras palabras. Pruebe y verá.

La garbología, ciencia que estudia los detritus, le ha desenmascarado. Desde siempre, rebuscar en la basura ha sido tarea de vagabundos, pero también de la policía. En las basuras han llegado a encontrarse ajolotes moribundos, pestañas de sirena, cachorros de lince ibérico, ojos de calamar gigante, e incluso pezuñas de rinoceronte. Normalmente, el policía que registra la basura se toma mal la tarea, y ya empieza a cogerle ojeriza al que ha tirado todo aquello. Cuando por fin encuentra algo de papel, masculla un "ya te tengo". El largo brazo de la ley extrae la prueba. Después viene la redacción de la carta, que no tiene desperdicio, en un tono tan ofensivo como exigen las circunstancias.

La carta sellada por las autoridades le advierte que, de repetirse su reprobable acción, se le multará convenientemente de acuerdo a las ordenanzas municipales. La sensación que produce que te localicen por tu basura es parecida a encontrar los cajones registrados cuando vuelves a casa. Si, además, uno está convencido de haber bajado la basura correctamente, el sinsabor es mayor.

Pero por lo visto incluso los policías tienen su corazoncito. Al día siguiente, el munipa no ha olvidado la carta. Sabe que era una carta como las otras, pero por eso mismo presiente que ésta carta es diferente a todas las demás. ¿Acaso puede sentir remordimientos? Sí, tal vez el tono de la carta era demasiado duro, demasiado humillante, quizás poco educado, en fin. Pero es que son cosas de la plantilla, la plantilla es la plantilla, y él es un mandao, y tiene que seguir la plantilla como de costumbre sin hacer favoritismos, pese a que esta carta le haya dolido particularmente, tal vez en su parte de ser humano, aunque como policía ha hecho lo correcto, o eso parece.

Pero ser policía municipal no le exime de ciertas responsabilidades. No olvidemos que bajo su uniforme hay un ser humano, con sus calzoncillos y sus calcetines. Adviertan que un solo policía municipal, uno solo en la ciudad, no tiene la plena seguridad de haber obrado de acuerdo a sus principios en esta ocasión. Al fin y al cabo, una bolsa de basura abandonada en la calle, llena de pezuñas de rinoceronte, no es un asunto tan grave. Tampoco hay que exagerar.

Entre estos pensamientos el policía vuelve a su casa. Arrastra los pies como si el camino estuviera embarrado. No consigue quitarse de la cabeza la carta. Titubea sobre si tomarse una cerveza ahora que ya no está de servicio. Pero seguro que su mujer le espera con la cena caliente en la mesa. En efecto, es así, y cuando abre la puerta su mujer le mira sin pestañear. "Ya he recibido la carta", le dice, y añade: "Eres un capullo".

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