"El Pacto por la Justicia es una foto electoral"
Esconde la visceralidad tras un gesto tranquilo, es abogado desde hace 27 años y a partir del próximo 31 de enero compaginará pleitos de Mercantil y Seguros con los rigores del cargo de decano de Colegio de Abogados de Valencia. Fernando Alandete ha ganado por 263 votos, los mismos años que tiene de vida el Colegio, conjuga en pretérito imperfecto la campaña electoral -donde con intenciones de descrédito se le ha ventilado un "accidental" paso de juventud por la extrema derecha-, se confiesa discípulo del todavía decano, Luis Miguel Romero Villafranca, al que llama "maestro" en lo personal y en lo profesional y por el que decidió ejercer. Es de familia humilde, educado en el esfuerzo y el valor enorme de las cosas pequeñas, está casado con Pilar, médico y aragonesa, tienen tres hijas, una de ellas con 19 años, adoptada y venida desde Ucrania con sólo 11. Descubrió las bondades del gimnasio en el ecuador de la cuarentena y ya no perdona, admite que a veces la tele le atrapa y presume de no resistirse a la tentación del cine. Para muestra, Balzac y la joven costurera china.
"La Ley de Extranjería es muy restrictiva. No se pueden parar las corrientes migratorias"
"Los juicios rápidos no serán viables por falta de medios. Es una ley electoralista"
Pregunta. Ha ganado usted por poco.
Respuesta. Por lo suficiente. Hubo unas elecciones que enfrentaban a Torres Murciano y Emilio Attard, uno de los padres de la Constitución, que ganó Attard por un solo voto. Ambas igual de legítimas.
P. ¿Qué le ha molestado más de campaña?
R. En realidad, nada. Hemos sido cuatro candidatos, nadie ha hecho el ridículo, ha sido reñida, intensa, y hay cosas que es mejor no contestar.
P. Pero, ¿usted aparece en la lista de fuerza nueva de las primeras elecciones democráticas al Ayuntamiento de Valencia?
R. Sí, es cierto. Quisiera zanjar de una vez por todas algo que pasó cuando yo tenia 21 o 22 años. Trabajaba en una empresa de seguros y uno de los jefes nos pidió un día los carnés porque le faltaban dos personas para la lista. No sabíamos ni para qué. Yo nunca he militado en ningún partido.
P. ¿Tiene aspiraciones políticas ahora?
R. No, ninguna. Tengo vocación de ayudar a mejorar nuestra profesión desde el colegio, la aspiración de desarrollar el programa que han apoyado los compañeros. Quienes me conocen saben que soy un hombre cercano, dialogante, comprometido y sin dobleces.
P. ¿Plantará cara aunque sea políticamente incorrecto?
R. Defenderé los intereses de los abogados. Creo que dialogar es la única forma de avanzar, y hasta cierto punto es lógico que haya ciertas diferencias. Pero debo decir que en cuestiones como los juicios rápidos, que desde mi punto de vista no serán viables porque no hay medios, pueden quebrantar los principios fundamentales del derecho de defensa y creo que la abogacía debe ser tenida en cuanta y no ha sido así. Es una ley política y electoralista. La justicia no debe ser ni excesivamente rápida ni excesivamente lenta, requiere cierta serenidad. Dudo de la eficacia de esa ley. La Ley de Extranjería, que es bastante restrictiva y queramos o no los vecinos del sur van a seguir viniendo porque las corrientes migratorias no se pueden parar y habría que recordar la generosidad con la que fueron recibidos nuestros emigrantes no hace muchos años, o la Ley del Menor retratan como se aprueban textos sin crear paralelamente los mecanismos para aplicarlos con las garantías adecuadas. Se actúa con ciertos impulsos de conveniencia que no son buenos.
P. Esas son materias vertebrales del Pacto por la Justicia, ¿De qué ha valido ese acuerdo?
R. Cada vez está más diluido. A veces me causa sonrojo, es un poco la foto electoral. El Pacto por la Justicia se suscribió hace dos años. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Poco o nada. Tenemos los mismos males. Queda como muy importante el acuerdo de todas las fuerzas políticas, que de inicio me causó cierta sonrisa porque se tiene que desarrollar durante ocho años, un periodo muy largo para la urgencia de las cuestiones que hay que solventar.
P. Los cuatro candidatos pusieron como objetivo de su campaña a los jóvenes abogados y sin embargo son el colectivo que menos ha ido a votar, excepción hecha de los no ejercientes. ¿Lo entiende como una crítica? ¿Les ha faltado gancho? ¿Están lejos de la Universidad?
R. Desde luego ha quedado claro que los letrados de entre 30 y 40 años son los que más interés y preocupación tienen por el Colegio. Supongo que eso se explica porque ya han tomado conciencia no sólo de la dificultad de esta profesión, que es un examen diario, sino de la necesidad de trabajar juntos para mejorar. Creo que a los jóvenes el Colegio aún les queda lejos, lo ven como algo que a ellos no les contempla, aunque no sea así. Eso se traduce, por ejemplo, en un bajo índice de participación. Una de las razones puede estar en las relaciones con la Universidad. Tengo la sensación de que la Universidad es menos receptiva al Colegio y sus actividades que al revés. Ahora, con la inminente aprobación de una nueva norma que regule el acceso a la profesión, parece que hay ciertas tiranteces que no creo que conduzcan a nada. La Universidad les prepara en el plano teórico y la abogacía aporta la práctica diaria. Debemos trabajar en estrecha colaboración.
P. Ese nuevo mecanismo, ¿corregirá las disfunciones tantas veces denunciadas?
R. Esperemos. Creo que hay que fomentar la pasantía pero remunerada y supervisada. Y es imprescindible el aprendizaje de la Escuela de Práctica Jurídica, fuera de la cual no puede quedarse nadie por cuestiones económicas.
P. La Dirección General de Justicia ha planteado una subida de los honorarios del turno de oficio y el pago parcial, adelantado de la subvención a los colegios de procuradores y abogados, pero no han resultado satisfactorias. ¿Dónde piensa usted plantarse?
R. Desconozco el detalle de las reuniones que ha habido porque no he estado en ellas. Me consta, eso sí, que le director general de Justicia, Eloy Velasco, ha estado nervioso porque en la campaña no sólo he calificado de cicatera, insuficiente y raquítica la retribución del turno de oficio, sino porque he expresado mi empeño personal en que esa situación desaparezca. Mi aspiración es que la retribución del turno de oficio sea equiparable a los honorarios que se prueban con carácter orientativo por el Consejo Superior de Colegios de la Comunidad Valenciana. De la misma manera que aspiro a que el Servicio de Orientación Jurídica, que responde a consultas de presos y que se sufraga por las cuotas de los colegiados, también sea remunerado como corresponde. La abogacía valenciana ha demostrado que sabe estar a las duras y las maduras, hasta el punto como en el caso del Servicio de Orientación Jurídica de existir y funcionar en contra de la voluntad de la propia Administración.
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