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Columna
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La Casita Blanca

Las tropas libertadoras del general Yagüe, Eva Perón, Franco, Carmen Broto (la "puta roja"), la guardia mora, la banda del Facerías, la Brigada del amanecer, Julio Muñoz, Antonio Massana y su sobrina, la huelga de tranvías, Carmen de Lirio, el gobernador civil Baeza Alegría ("¡menos lirio y más carne!"), el Congreso Eucarístico, el cardenal Tedeschini, el Rigat, Juan Antonio Samaranch, las putas, Antonio Machín, el garrote vil, el abad Escarré, los condones de La Japonesa (la tienda de gomas del doctor Holeado, en la calle del Arco del Teatro)... Todo eso y más (Everithing must go in; como en la trilogía de Dos Passos) sale en la película de Carles Balagué La Casita Blanca (La ciudad oculta), que puede verse en los cines Verdi y Méliès.

Como película (se trata de un documental) deja bastante que desear, en especial su parte de ficción (el atraco al meublé Pedralbes por la banda del Facerías), pero a la postre me resulta simpática. ¿Por qué? Pues porque es de agradecer, y más en los tiempos que corren, que un historiador como Antonio Téllez, comentando el calificativo de "ladrones" que la prensa del régimen les colgaba a Facerías y a otros guerrilleros urbanos de aquellos años, se pregunte: "¿Ladrones? ¿Acaso no nos roban los políticos con sus impuestos?". Como me resulta simpático que otro historiador, Rafael Abella, comentando la boda de Juan Antonio Samaranch con la señorita Salisachs, afirme que aquel día bajaron en picado los precios de los pisos de Barcelona. ¿Por qué? Pues porque aquel día "El soltero de oro" se vio obligado a dejar en la calle a un montón de queridas. Como me resulta simpático que la señora Carmen de Lirio reaccione indignada ante el intento de algunos de atribuirle una relación con el señor Samaranch, caballero al que la antigua vedette (¡qué guapa era esa mujer!) no duda en calificar de "bajito" y "cabezón". Vamos, que no era su tipo.

Y, ya para terminar, me resulta simpatiquísimo que mi hermano mayor, Josep Maria Carandell, nos cuente lo que le ocurrió el día de la llegada del cardenal Tedeschini a Barcelona. Aquel día, Josep Maria, que todavía no había conocido mujer, decidió "estrenarse" en una casa de putas del barrio chino (hoy Raval) y, al cruzar La Rambla, se encontró bloqueado por una impresionante procesión de obispos arropando el enviado papal. Total, que una vez en el lupanar y llegado el momento de la verdad, al pobre Josep Maria, abrumado por tanta mitra, el miembro no se le levantó ni por casualidad.

Claro está que no todo en la ciudad oculta, en la Barcelona de las décadas de 1940 y 1950, era tan simpático y divertido como lo que nos cuentan Téllez, Abella, Carandell y Carmen de Lirio, pero no es menos cierto que sin unos gramos de humor, humor ácrata o cuando menos políticamente incorrecto, aquella realidad sería hoy mucho más difícil de digerir. Hoy como ayer, pues, a fin de cuentas, el chiste de Abella sobre la boda de Samaranch no es de hoy, es del mismo día de la boda. Entonces, a falta de muchas otras cosas, se hacían muchos más chistes, algunos buenísimos (como los de Caiga quien caiga, que los vamos a añorar).

P.S. En Le Monde del pasado domingo leo que la abuela de Alejandro Dumas, Césette Dumas, era una esclava negra de Santo Domingo (Haití). Yo creía que el apellido Dumas venía de la moza du mas, es decir, de la masia, como decimos los catalanes. Pues no.

Según la escritora Calixthe Bayala, el apellido viene del Gabón: Césette debió de ser capturada por los negreros Dumas, los cuales le dieron su apellido. Bayala dice que el nombre Dumas es de origen fang, de la etnia fang, y que significa 'dignidad'. Me pregunto si el autor de Los tres mosqueteros no tendrá un ligero parentesco con nuestro Floquet de Neu, gorila también capturado por indígenas de la etnia fang. Sería todo un regalo.

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Jacinto Antón me hace llegar la edición castellana del libro Neighbors (Vecinos), de Jan T. Gross, que estuve buscando sin éxito en Varsovia. Ha sido editado por Memoria Crítica. Apasionante y esclarecedora lectura sobre el exterminio de la comunidad judía de Jedwabne (Polonia), a manos de sus vecinos polacos, el 10 de julio de 1941.

Las tropas libertadoras del general Yagüe, Eva Perón, Franco, Carmen Broto (la "puta roja"), la guardia mora, la banda del Facerías, la Brigada del amanecer, Julio Muñoz, Antonio Massana y su sobrina, la huelga de tranvías, Carmen de Lirio, el gobernador civil Baeza Alegría ("¡menos lirio y más carne!"), el Congreso Eucarístico, el cardenal Tedeschini, el Rigat, Juan Antonio Samaranch, las putas, Antonio Machín, el garrote vil, el abad Escarré, los condones de La Japonesa (la tienda de gomas del doctor Holeado, en la calle del Arco del Teatro)... Todo eso y más (Everithing must go in; como en la trilogía de Dos Passos) sale en la película de Carles Balagué La Casita Blanca (La ciudad oculta), que puede verse en los cines Verdi y Méliès.

Como película (se trata de un documental) deja bastante que desear, en especial su parte de ficción (el atraco al meublé Pedralbes por la banda del Facerías), pero a la postre me resulta simpática. ¿Por qué? Pues porque es de agradecer, y más en los tiempos que corren, que un historiador como Antonio Téllez, comentando el calificativo de "ladrones" que la prensa del régimen les colgaba a Facerías y a otros guerrilleros urbanos de aquellos años, se pregunte: "¿Ladrones? ¿Acaso no nos roban los políticos con sus impuestos?". Como me resulta simpático que otro historiador, Rafael Abella, comentando la boda de Juan Antonio Samaranch con la señorita Salisachs, afirme que aquel día bajaron en picado los precios de los pisos de Barcelona. ¿Por qué? Pues porque aquel día "El soltero de oro" se vio obligado a dejar en la calle a un montón de queridas. Como me resulta simpático que la señora Carmen de Lirio reaccione indignada ante el intento de algunos de atribuirle una relación con el señor Samaranch, caballero al que la antigua vedette (¡qué guapa era esa mujer!) no duda en calificar de "bajito" y "cabezón". Vamos, que no era su tipo.

Y, ya para terminar, me resulta simpatiquísimo que mi hermano mayor, Josep Maria Carandell, nos cuente lo que le ocurrió el día de la llegada del cardenal Tedeschini a Barcelona. Aquel día, Josep Maria, que todavía no había conocido mujer, decidió "estrenarse" en una casa de putas del barrio chino (hoy Raval) y, al cruzar La Rambla, se encontró bloqueado por una impresionante procesión de obispos arropando el enviado papal. Total, que una vez en el lupanar y llegado el momento de la verdad, al pobre Josep Maria, abrumado por tanta mitra, el miembro no se le levantó ni por casualidad.

Claro está que no todo en la ciudad oculta, en la Barcelona de las décadas de 1940 y 1950, era tan simpático y divertido como lo que nos cuentan Téllez, Abella, Carandell y Carmen de Lirio, pero no es menos cierto que sin unos gramos de humor, humor ácrata o cuando menos políticamente incorrecto, aquella realidad sería hoy mucho más difícil de digerir. Hoy como ayer, pues, a fin de cuentas, el chiste de Abella sobre la boda de Samaranch no es de hoy, es del mismo día de la boda. Entonces, a falta de muchas otras cosas, se hacían muchos más chistes, algunos buenísimos (como los de Caiga quien caiga, que los vamos a añorar).

P.S. En Le Monde del pasado domingo leo que la abuela de Alejandro Dumas, Césette Dumas, era una esclava negra de Santo Domingo (Haití). Yo creía que el apellido Dumas venía de la moza du mas, es decir, de la masia, como decimos los catalanes. Pues no.

Según la escritora Calixthe Bayala, el apellido viene del Gabón: Césette debió de ser capturada por los negreros Dumas, los cuales le dieron su apellido. Bayala dice que el nombre Dumas es de origen fang, de la etnia fang, y que significa 'dignidad'. Me pregunto si el autor de Los tres mosqueteros no tendrá un ligero parentesco con nuestro Floquet de Neu, gorila también capturado por indígenas de la etnia fang. Sería todo un regalo.

Jacinto Antón me hace llegar la edición castellana del libro Neighbors (Vecinos), de Jan T. Gross, que estuve buscando sin éxito en Varsovia. Ha sido editado por Memoria Crítica. Apasionante y esclarecedora lectura sobre el exterminio de la comunidad judía de Jedwabne (Polonia), a manos de sus vecinos polacos, el 10 de julio de 1941.

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