Bellísimo clarinete
La actuación de un clarinetista valenciano al lado de uno de los cuartetos actualmente más punteros, había despertado una lógica expectación: no es frecuente, por desgracia, que nuestros paisanos ocupen puestos de primera fila en el delicado ámbito camerístico. Pero la sesión confirmó la conveniencia del ensamblaje. El Cuarteto Tokyo y Joan Enric Lluna parecían destinados el uno para el otro. Tanto es así que el quinteto resultante funcionó como si se tratara de un grupo estable: había un ajuste perfecto y una gran coincidencia en el enfoque. Aunque las frases estaban medidas hasta el milímetro, se planteaban por parte de todos con una fuerte carga emocional. La nostalgia "otoñal" que vierte Brahms en el op. 115 fue expuesta con toda la finura y el vigor que requiere el compositor de Hamburgo. El clarinete valenciano sonó con una gran homogeneidad de registros (muy difícil de lograr en ese instrumento), y lució, además, unas entradas que recordaban la messa di voce de un experimentado cantante. Pero no se quedó ahí: su fraseo apasionado no excluyó el control máximo sobre el sonido, y su dinámica resultó tan rica como discreta.
Ciclo de Cámara y Solistas
Tokyo String Quartet. Joan Enric Lluna, clarinete. Obras de Schubert, Janácek y Brahms. Palau de la Música. Valencia, 3 de diciembre de 2002.
Ciertamente, debía hacerlo así para no desmerecer al lado de tan ilustre compañía. El Tokyo String Quartet es una formación de referencia en el terreno discográfico, y su prestigio se revalida con las actuaciones en directo. No es la primera vez que actúan en el Palau, y ya ha exhibido allí esa capacidad para "variar" las repeticiones, esas disertaciones líricas y nunca cursis, y ese genio que ilumina la relevancia de cada instrumento.
El delicioso Quartettsatz que abrió la sesión (primer movimiento de un Cuarteto que Schubert nunca acabó, y del que sólo queda ese Allegro y unos cuantos compases de un Andante) se hizo con unos trémolos muy acentuados que parecían prefigurar el Cuarteto núm 15 en sol mayor. Hubo también reguladores que podrían calificarse "de ángulo fuerte". Es decir: se pasaba en un instante -pero gradualmente- del sonido más tenue al más vigoroso. Y hubo, sobre todo, una gran habilidad para traducir el perfumado e inigualable romanticismo de Schubert.
Luego vino el cuarteto que Janácek hizo en 1923 y que está inspirado en la Sonata a Kreutzer de Tolstoi. El inicio de la obra proporcionó al Tokyo una ocasión para cambiar rotundamente la sonoridad del grupo, sustituyendo el esmalte de Schubert por un color que resultaba expansivo a veces y misterioso otras. Pero, quizás, lo mejor de todo fue el bis de Mozart (Larghetto del K. 581). Un Mozart que tocaron, junto al clarinetista, con mimo exquisito, como si tuvieran miedo de romperlo. Porque todos ellos son grandes músicos y saben que Mozart impone la perfección más absoluta. De lo contrario, se te escapa de las manos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.