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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Señales de muerte

Eta volvió a dar ayer señales de vida, es decir, de muerte, esta vez en Santander. No hubo víctimas porque en esta ocasión el aviso previo -a un diario que tiene que alertar a la Ertzaintza para que ésta lo comunique a la Policía Nacional- dio un margen de 20 minutos para desalojar el aparcamiento en que estalló el artefacto. El sistema del coche bomba es ciego por definición, con o sin aviso previo, y unas veces provoca víctimas, como en Hipercor o en Santa Pola, y otras no. Pero el objetivo se cumple en ambos casos: dejar constancia de que ETA no se ha ido, de que puede volver a matar.

El mensaje tiene en esta ocasión un sentido especial. Han pasado tres meses desde el inicio del proceso de ilegalización de Batasuna y de la suspensión cautelar de sus actividades, y la reacción desaforada por parte de la base social de ese movimiento que pronosticaron quienes se opusieron a ambas cosas no se ha producido. Ha seguido habiendo detenciones de activistas, en España y en Francia; está en curso el proceso de ilegalización judicial de Batasuna y el juez Garzón ha continuado desvelando la trama forjada en torno a ETA. Ayer mismo, la Audiencia Nacional confirmó el procesamiento de 32 miembros de Ekin, organismo de coordinación de esa trama con doble militancia, lo que deja en ridículo a quienes calificaron de "garzonada" los primeros pasos del juez en esa dirección.

Todo ello no ha provocado movilizaciones comparables a las que eran habituales. La violencia callejera se ha reducido, y el eco social de los desplantes de los dirigentes de Batasuna (ahora denominada con gran puntería Sozialista Abertzaleak, SA: las mismas siglas de la Sección de Asalto del partido nazi) es bastante relativo. No se trata de que ETA haya desaparecido, porque en lo que va de año ha colocado trece coches bomba y sigue habiendo muchísima gente amenazada. El cambio consiste en que la afirmación del Estado de derecho, para acabar por dos vías paralelas con la impunidad de quienes tenían un pie dentro y otro fuera de la legalidad, está resultando el más eficaz cortafuegos de la reproducción generacional de la violencia. Proporciona a muchos jóvenes la coartada para desengancharse de la inercia del terrorismo de baja intensidad.

Eso está pasando, y por eso ETA quiso ayer mandar un mensaje lo más indiscriminado posible colocando un coche bomba en un aparcamiento.

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