La más larga campaña española en la Antártida
C uando el 28 de febrero de este año se cerró la Base Antártica Española Juan Carlos I e iniciábamos el regreso a bordo del Hespérides, me entró, como siempre, la duda de si volvería de nuevo o si ésta sería la última ocasión en que había estado en la Antártida. Esta situación es frecuente entre los marinos de este buque o del Las Palmas, y también entre algunos investigadores o técnicos, pero la atracción de este continente, a pesar de su dureza y la lejanía que nos impone, engancha en muchas personas y hace que el regresar sea un poco como volver a un entorno familiar y acogedor, aunque casi siempre hostil, en el que, sin embargo, nos sentimos como en nuestro propio hogar.
Así, el 15 de noviembre, junto con otros 10 técnicos de la Unidad de Tecnología Marina (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), y un meteorólogo del Instituto Nacional de Meteorología, a bordo del Las Palmas, fondeabamos en Bahía Sur, en Isla Livingston, para iniciar la decimosexta campaña antártica, pero sólo para uno era la primera vez que pisaba la Antártida. La aproximación logística de este año, moderna, eficiente y segura, pero al servicio de la investigación científica, supone que el inicio ocurra con 15 días de antelación a lo que ha sido la norma durante los últimos 15 años, terminando además más tarde, el 7 de marzo. Será la campaña antártica más larga realizada por nuestro país, 113 días, en los que está previsto se desarrollen siete proyectos de investigación diferentes financiados por el Ministerio de Ciencia y Tecnología.
Los objetivos principales de los proyectos, siempre respetuosos con la protección del medio ambiente, suponen por una parte la continuidad de los estudios del retroceso de la masa glaciar de Isla Livingston, que cubre el 90% de la isla, realizando medidas de la componente estival de desplazamiento de los glaciares Johnsons y Hurd. Por segundo año se desarrollarán en Península de Byers los trabajos de un grupo de biólogos que estudian las condiciones ecológicas de los lagos y cursos de agua dulce en una zona de la que ya se retiraron los glaciares; tiene por ello gran interés al poner al alcance de los investigadores unos ecosistemas relativamente jóvenes en condiciones ambientales de transición entre el ambiente polar y el subpolar cuando, durante el verano austral, al no estar cubierta por nieve, la flora característica - algas, musgos y líquenes- da un color verde brillante a la zona, efecto extraño en el continente blanco. Las especies de microorganismos acuáticos que se desarrollan durante esta época son de gran interés, pues algunas de ellas son únicas en el continente. Por último, un grupo de geólogos realizará un estudio morfoestructural de algunos afloramientos rocosos de la isla.
Este año el invierno ha sido excepcionalmente frío y aún a finales de noviembre quedan restos de la banquisa que cubrió Bahía Sur; en tierra, una gruesa capa de nieve en la playa de casi dos metros de espesor dificultó las operaciones de desembarco de material, pero en tres días la base estaba completamente en condiciones. Las medidas de series temporales meteorológicas, sísmicas y geomagnéticas han continuado, sin embargo, durante todo el invierno austral gracias al correcto funcionamiento del sistema de energías alternativas de la base, actividad en la que la BE Juan Carlos I es pionera.
Enormes glaciares y masas de nieve, fríos y peligrosos vientos y mares tormentosos con gigantescos icebergs, junto con la importante potencialidad científica y de innovación tecnológica de este vasto continente, casi siempre hostil, hacen que la investigación científica, además de ayudar a su protección integral, sea un reto que entre todos debamos acometer con seriedad y rigor.
José Ignacio Díaz Guerrero es el jefe de la Base Antártica Española Juan Carlos I
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