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Entrevista:JORDI SEVILLA | Secretario de Economía del PSOE

"El socialismo es la única ideología que queda"

Miquel Alberola

Pregunta. ¿Todavía es un joven turco?

Respuesta. Bueno, siempre hay que tener el espíritu de rebeldía de no conformarse nunca con la realidad, aunque sea esperanzadora. Eso era lo que pretendíamos los entonces llamados jóvenes turcos con el partido socialista. En parte lo hemos conseguido, pero siempre hay que mantener ese inconformismo para seguir mejorando.

P. ¿El socialismo no tiene ideología, como refiere la anécdota apócrifa de Ludolfo Paramio que cuenta José Luis Rodríguez Zapatero en el prólogo?

R. El socialismo es la única ideología que queda. Ideología política, quiero decir, que se presenta a unas elecciones y que tiene posibilidades de gobernar. Hay muchos partidos de derecha cuya ideología no está clara. La ideología de Aznar, Berlusconi o Chirac está hecha de retazos de ideologías y de ocurrencias. Es una especie de guardarropía de la historia. Y hay otras ideologías, que no se presentan a elecciones, más basadas en la preeminencia del mercado como único regulador de las relaciones sociales. Pero la única ideología en el sentido de conjunto ordenado de razones, de argumentos y de idea de sociedad que se presenta a las elecciones es el socialismo.

"No se trata de más o menos Estado, sino para qué lo queremos y con qué funciones"
"Diferenciar entre objetivos e intrumentos nos ahorra muchas pseudocrisis y debates"
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P. ¿Qué le ha movido a repensar el socialismo?

R. Siempre he tenido debilidad por explicarme por qué hacíamos determinadas cosas o dejábamos de hacer otras. Me incitó mucho el éxito mediático de La tercera vía, de Anthony Giddens, porque creí que no aportaba muchas cosas distintas de lo que había sido la experiencia de gobierno del PSOE en España. Es decir, que en parte reflejaba lo retrasados que iban los laboristas británicos en el proceso de modernización de una política socialdemócrata del siglo XXI. Y me dio la excusa el ser el responsable de la ponencia política de la conferencia del PSOE, precisamente para redefinir la política socialista.

P. ¿Qué es el nuevo socialismo?

R. Es el socialismo de siempre adaptado al siglo XXI, es decir con los problemas de hoy, con la experiencia acumulada, con el reconocimiento de los errores cometidos y con el orgullo de reconocer los éxitos conseguidos en una trayectoria de ir incrementando la libertad, la igualdad y la fraternidad para todos los seres humanos. Un socialismo que diferencia muy bien los objetivos de los instrumentos, que es inflexible en los objetivos, pero que reconoce que los instrumentos, la manera con la que eso se hace posible, es muy distinta de cómo se podía hacer hace 100 años o 20. Tener clara la diferencia entre objetivos e instrumentos nos ahorra muchas pseudocrisis y debates absurdos, a la vez que enmarca perfectamente las diferencias entre izquierda y derecha, que no son exactactamente las mismas que hace 30 años, porque son diferencias entre instrumentos, aunque en objetivos siguen siendo las mismas.

P. ¿Pero derecha e izquierda siguen existiendo?

R. Así es. La diferencia fundamental sería que la izquierda sigue creyendo en la posibilidad de organizar racionalmente la sociedad al servicio del ser humano, pudiendo subordinar a él la estructura social y la estructura económica. Por el contrario, la derecha, basándose en una aparente falta de ideología, es una aceptación del mundo tal como es. Es una aceptación de unas supuestas fuerzas espontáneas que manejan todo y cuyo resultado es que unos son cada vez más ricos y otros son cada vez más pobres.

P. ¿El nuevo socialismo se reimpulsa en la Revolución Francesa?

R. Sí. El proyecto de la ilustración y de la modernidad ha dado muchas vueltas y nos ha llevado a callejones sin salida, como el comunismo o el nazismo. Una vez asumido que los sueños de la razón a veces producen monstruos, hay que reconocer que la opción de organizar una alternativa social no basada en la razón, sino en los puros intereses materiales o en las ideologías que priman los sentimientos (nacionalistas o religiosos), es peor porque conduce a una sociedad más enfrentada y dividida. Creo que lo que hay que hacer es recuperar esa razón de la Revolución Francesa, adecuada a estos 250 años de experiencia. Esos principios continúan siendo válidos, aunque la manera de entenderlos hoy y llevarlos a la práctica sea distinta.

P. ¿Un regreso al liberalismo?

R. Históricamente el socialismo y el liberalismo parten de la Revolución Francesa como dos ideologías enfrentadas, pero estos 250 años transcurridos nos han llevado a reconocer que no eran tantas las diferencias que enfrentaban a unos y otros. Como decía Indalecio Prieto ya hace algunos años, sólo se puede ser socialista a fuer de liberal. En ese sentido el socialismo sería más bien un posliberalismo que un antiliberalismo. Estoy hablando siempre de un liberalismo político, que no es el liberalismo económico.

P. ¿No se trataba de más Keynes y menos Marx?

R. No. Alguna gente de izquierdas abandonó con más facilidad a Marx que a Keynes, y yo se lo echo en cara, pero creo que ése es un debate superado. Keynes es un buen instrumento, y como tal hay que utilizarlo cuando sea necesario. Lo que hay que recuperar son esos principios de tolerancia, de creernos de verdad la democracia y de creer que ser libres es algo más que poder votar cada cuatro años. Las políticas de igualdad son un instrumento para la libertad humana, que debe ser el auténtico objetivo de un socialismo del siglo XXI.

P. ¿Por qué la derecha es menos introspectiva que la izquierda y tiene menos crisis de identidad?

R. Eso es curioso. Llevamos como 25 años hablando de la crisis de la izquierda y hay muchísimos libros escritos sobre ello, y prácticamente no conozco ninguno sobre la crisis de la derecha. Pero eso es porque la izquierda sigue siendo una ideología y sigue queriendo tener razones y argumentos para cambiar el mundo, mientras que la derecha predica gestionar lo que existe. Y para eso no hacen falta grandes debates: basta con ponerse arriba del tigre e intentar dirigirlo.

P. ¿El nuevo socialismo tiene un discurso específico?

R. Lo tiene en muchos puntos. En la manera de tratar el Estado y el mercado. En la asunción del principio de defensa de la competencia, que es la versión moderna de la lucha contra los grandes poderes económicos. En la manera de defender al individuo contra el individualismo atomizador y empobrecedor de la sociedad... Incluso tiene rasgos instrumentales distintos en la interpretación de la libertad.

P. ¿El nuevo socialismo quiere más Estado o menos?

R. Quiere el Estado necesario en cada momento para hacer las funciones sociales necesarias. Lo que diferencia al nuevo socialismo frente a la derecha no es más o menos Estado. El problema es más cualitativo que cuantitativo: para qué queremos el Estado y qué funciones queremos que desempeñe. A partir de ahí ya definiremos el tamaño. No es más progresista defender un Estado más grande sino más eficaz para hacer más libertad, más igualdad y más fraternidad para todos.

P. Desde estos postulados, ¿cómo resuelve el debate público-privado?

R. De nuevo es un problema de objetivos e instrumentos. Cuando el partido socialista marca en España el objetivo de hacer una enseñanza universal y gratuita para todos los ciudadanos se encuentra con que no había suficientes escuelas públicas y se instrumentalizan los conciertos con las escuelas privadas. Con esa visión es con la que hay que abordar las cosas, y luego, en función de la coyuntura, hay que determinar cuánto de privado y cuánto de público. Teniendo en cuenta que a veces esos instrumentos te condicionan el resultado final, y que hay situaciones en las que no es conveniente que esté lo privado porque puede acabar perjudicando el objetivo de la igualdad en el acceso. Estoy pensando en la sanidad.

P. Por ejemplo el hospital de Alzira.

R. Es un modelo que no encaja y que no debería de encajar ni con un auténtico defensor del liberalismo de derechas. El hospital de Alzira ya no es un problema de público-privado sino de privado con un monopolio. Lo que se ha hecho es concederle un monopolio público a una entidad privada, y además en unas condiciones en las que o bien el beneficio que obtenían era escandaloso y hubiera sido socialmente rechazable, o bien llevaba a la quiebra más absoluta, como ha ocurrido.

P. ¿Y en cuanto a la seguridad, donde las empresas privadas le comen el terreno a lo público?

R. Pero eso no se ha hecho por razones ideológicas, sino por negocios. El PP defiende los intereses, y especialmente de sus amigos, y ha hecho un diseño institucional de España en el que la tarta que se lleva el sector privado, en seguridad, educación sanidad y otras cosas, ha crecido. Pero no ha sido por una ideología de devolver poderes y primar a la sociedad civil, sino por hacer más ricos a unos cuantos. Nosotros pensamos que ahí hay papel para la seguridad privada, pero lo importante, y es una de las tareas básicas del Estado, es garantizar la igualdad de acceso al derecho de la seguridad para todos los ciudadanos. Ahí hay problemas que ni son de derechas ni de izquierdas. Son problemas que existen y a los cuales se les puede dar una solución de derechas o una solución de izquierdas. Existe el problema de la seguridad y el de la falta de políticas de apoyo a la familia, y la izquierda no debe de sentirse coartada a la hora de ofrecer soluciones de izquierda para resolverlos porque afecta a mucha gente y perjudican a los ciudadanos con menos recursos económicos.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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