_
_
_
_

El relato del carcelero de Maria Àngels Feliu causa estupor al presentarse como protector

Sebastià Comas esperaba que la farmacéutica de Olot le pagara un abogado

"Me tomé dos whiskys que me sentaron bien y vi claro que debía ser esa noche". Así describió ayer en la Audiencia de Girona Sebastià Comas Baroy, el carcelero de Maria Àngels Feliu, el momento en que tomó la determinación de liberar a la farmacéutica de Olot. Su decisión llegaba muy tarde. Tras 492 días de suplicio para la secuestrada, que permanecía recluida en condiciones infrahumanas en un lóbrego zulo en el que no podía permanecer de pie. El acusado, para el que el fiscal pide 20 años de cárcel, asegura que no actuó antes porque tuvo "un bloqueo mental que debe explicar un experto en psicología". El relato y los comentarios de Comas causaron ayer estupor en la sala: el carcelero se atribuyó el papel de protector.

La tranquilizaba cuando Ullastre, con un distorsionador de voz, la amenazaba con cortarle los dedos
La segunda Navidad que pasó en el 'zulo', le llevó comida cocinada

Según la versión de Comas, fue Ramon Ullastre, el propietario de la casa donde se construyó el zulo, quien le metió en el secuestro. Primero le habló de "guardar un paquete". Fueron un par de veces a buscarlo en un punto convenido, pero nadie se presentó. "Cuanto menos sepas, mejor", recuerda que le había dicho Ullastre. El 20 de noviembre de 1992, el presunto cerebro del secuestro le llamó al restaurante en el que trabajaba como camarero y le dijo: "Tengo el pajarito en la jaula". Comas declaró que nunca pensó que pudiera tratarse de una persona. Hasta que Ullastre abrió el maletero del coche ante él y vio un cuerpo acurrucado envuelto con una manta. "Con la mirada me lo dijo todo. Ya había pringado", explicó.

El camarero recordó que en principio, tras escuchar algún gemido proveniente del cuerpo, pensó que se trataba de un atropello. Ullastre le sacó de dudas. Sería un secuestro rápido. En cosa de una semana podía ganar entre 6 y 10 millones. La sentaron en una silla y entre los dos la bajaron al sótano de la casa. Comas prefería ayer llamar "cuarto" o "despensa" al zulo húmedo y sin luz que Ullastre había preparado. El acusado admitió que le dijeron a Feliu que eran de ETA para asustarla y que la primera voz que fingió ante ella tenía "acento vasco". No tuvieron que usar las argollas y las cadenas que había en el zulo: "Aquella pobre señora era tan mansa...", declaró ayer Comas.

El detenido justificó que no denunciara el secuestro por el temor que le infundían Ullastre y sus "amistades de uniforme". Después de encerrar a Feliu en el agujero, Comas dijo que sentía "rencor y rabia" hacia Ullastre porque le había traicionado, pero no pudo expresárselo libremente porque temía que Feliu pudiera oírle.

Feliu y su carcelero jamás se vieron las caras en su extraña convivencia de 16 meses. Ella le conocía como Iñaki y él le hablaba con acento sevillano, imitando a un compañero que tuvo en la mili. Ayer, con alarde persuasivo, sostenía que hizo "todo lo posible para que Maria Àngels estuviera bien". Como ejemplo de su dedicación, explicó que le daba conversación y que le permitía salir del agujero durante 20 o 30 minutos al día para que hiciera ejercicio por el sótano. Que al cabo de 20 días del secuestro la sacó de la total oscuridad en que vivía entregándole una vela y un encendedor. Que le cambió el aparato de radio que ella siempre tenía encendido por otro mejor y que le graduó el volumen.

Que le sacaba los bichos que la molestaban y la tranquilizaba cuando Ullastre, utilizando un distorsionador de voz que le permitía hacer múltiples papeles, la amenazaba con cortarle los dedos. Explicó que la alimentaba con conservas y bocadillos; al principio diariamente, más tarde, sólo cada dos días. "Si me hubieran dejado la cocina, le hago una paella o una zarzuela de pescado", dijo, para que quedara clara su buena intención. De hecho, la segunda Navidad que Feliu pasó en el zulo, le llevó una comida cocinada. Y en alguna ocasión hasta le compró vino: "De Rioja, porque era toda una señora, estuviera donde estuviera", insistía ante el tribunal.

Comas admitió que la humedad que se filtraba por las paredes del zulo hubiera podido causar un desprendimiento capaz de sepultar a la prisionera. Y también haber oído el roer de las ratas que deambulaban por el sótano. Tras los primeros 10 o 12 días, los secuestradores ya vieron que la cosa podía no ser el "plis plas" que suponían: Comas se puso un colchón y una televisión en el sótano donde se encontraba el zulo.

A mediados del secuestro, al enterarse de que acusaban a Joan Casals y Xavier Bassa del asesinato de la farmacéutica, tomó precauciones y espació sus visitas al garaje. A partir de entonces sólo iba cada dos días. A preguntas de la defensa de Casals y Bassa, dijo que en más de una ocasión estuvo tentado de enviar un anónimo a la policía para que les liberaran, pero no lo hizo.

Las charlas entre Feliu y su carcelero fueron incrementándose a medida que éste acudía a la casa con menos asiduidad. "Conmigo se desahogaba. Cuando oía mi voz, estaba en otro mundo", decía ayer Comas.

El carcelero de Feliu aseguró que había decidido liberarla por su propia iniciativa, porque "todo tiene un límite". El suyo llegó tras 492 días, la tarde el 27 de marzo de 1994. Comas confesó ayer en la sala de vistas su convencimiento de que Feliu podría estar muerta si él no la hubiera liberado: "Querían que se muriera en mis manos. ¡Y eso sí que no!". La metió en su furgoneta y la dejó, en un lugar elegido al azar, cerca de una gasolinera de Lliçà de Vall (Vallès Oriental).

Sebastià Comas aseguró ayer al tribunal que Feliu le prometió que si volvían a encontrarse, aludiendo a una posible detención, le pondría "un abogado de los buenos". El carcelero de Feliu añadió que cuando le detuvieron todavía tenía la esperanza de que Feliu se lo ofreciera. Ayer quiso dedicar unas palabras a su víctima: "Que le quede claro que nos encontramos con mala gente y jamás quise hacerle daño".

Feliu no quiereni verlos

Maria Àngels Feliu podrá declarar sin sentir en su nuca el aliento de sus ocho supuestos secuestradores. El tribunal que juzga el caso decidió ayer que la farmacéutica y todos sus familiares citados a declarar, entre ellos su hermano y su padre, no tengan que verse las caras con los acusados. El magistrado Fernando Lacaba sometió a debate de todas las partes la petición cursada por el abogado defensor de Feliu, Carles Monguilod. La decisión, tomada a puerta cerrada, sin presencia del público y los medios de comunicación, supone que los acusados serán llevados a una sala anexa en el momento en que se produzca la declaración de los miembros de la familia Feliu. Podrán oír lo que digan los testigos, pero no verlos. Lacaba explicó que así se pretende evitar la "tensión emocional" que podría generar el encuentro de Feliu con los acusados. El magistrado agradeció, en nombre de la familia Feliu, que todos los letrados se hubieran mostrado de acuerdo con esta resolución y reconoció que habían hecho gala de una "profesionalidad y sensibilidad digna de elogio". La declaración de Feliu está prevista para el próximo miércoles, día en que se reanudará el juicio.Maria Àngels Feliu siempre ha reconocido que no desea tener ningún tipo de relación con las personas acusadas de haberla secuestrado, a pesar de que algunos de ellos han intentado ponerse en contacto con ella. Su letrado recordó durante el juicio que uno de los acusados pretendió hacerle llegar una carta a través de un sacerdote. Ayer mismo, al término de la vista, su carcelero, Sebastià Comas, insistía en que quería hablar con ella.

Caen los disfraces

La barba postiza de Antonio Guirado, el policía local de Olot que destapó el secuestro con su confesión, tiene a cada nueva sesión de juicio peor aspecto. Lo mismo sucede con la aparatosa peluca canosa de otro de los supuestos cerebros del secuestro, Ramon Ullastre, que va encaramándose a su cabeza y deja al descubierto su nuca de pelo negro. No sería extraño que antes de que se acabe el juicio, que está previsto que dure tres meses, cayeran todos los disfraces.Siguiendo la senda marcada por las declaraciones de Guirado y Ullastre, ayer José Luís Paz García, alias El Pato, se negó a contestar a las preguntas del fiscal y de la acusación particular ejercida por Feliu. El fiscal mantiene que Paz formaba parte del grupo que capturó a Feliu. Según el relato de fiscalía, Ullastre le prometió su parte del dinero en forma de lotería premiada. En declaraciones anteriores había asegurado: "Guirado es el culpable, es quien lo ha montado todo". Ayer, a preguntas de su defensa, Paz dijo que no declaró libremente a causa de las presiones psicológicas de los investigadores de la Guardia Civil. Según su versión de ayer, jamás tuvo contacto físico con Feliu, ni supo dónde estaba, ni en qué condiciones.Buscar un paqueteSí contestó a todas las preguntas Juan Manuel Pérez, entrenador de fútbol y supuesto colaborador en la construcción del zulo. Pérez negó haber soldado para Ullastre la puerta del zulo, como éste afirmó en anteriores declaraciones. Pérez explicó que Ullastre le prometió "un buen regalo de Navidad" si le acompañaba "a buscar un paquete". El detenido asegura que decidió no colaborar con Ullastre, pero que jamás pensó que su propuesta fuera la de un secuestro. Más bien supuso que lo que le ofrecía Ullastre era "subir el dinero negro de unos empresarios hasta Andorra". Cuando al cabo de un tiempo se encontró con Ullastre, éste le recriminó que no se hubiera presentado a la cita que tenían. Le insultó y le dijo: "No sabes con quién te la juegas". Al enterarse del secuestro de Feliu, no le pasó por la cabeza que se tratara de lo que Ullastre le había propuesto. "Ullastre era el rey de la fiesta y siempre iba acompañado de autoridades", recordó Pérez. El acusado se refirió también a la buena relación que mantenía Ullastre con la Guardia Civil del pueblo y explicó que siempre llevaba pistola. Dijo que no temía a Ullastre, aunque en una de sus declaraciones anteriores reconoció que lo que sentía "más que miedo, era pánico".Ullastre fue advertido ayer por el presidente del Tribunal, Fernando Lacaba, por los gestos y comentarios que lanzó durante la declaración de Sebastià Comas, cuando éste le incriminaba. Comas se volvió hacia él y le espetó "¿Qué, estás nervioso?".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_