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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El colmo del humor

Al final del siglo XIX aparecieron en la revista satírica y humorística inglesa por antonomasia, el Punch, una serie de viñetas o escenas de la vida cotidiana de un conspicuo representante de la clase media inglesa llamado Charles Pooter. La existencia de este tipo cuya singularidad era, precisamente, la de ser el tipo menos singular y más adocenadamente correcto de aquella clase media, se debe a la pluma de los hermanos Grossmith y el paso del tiempo ha ido dándole una pátina que lo incorpora de modo efectivo a la más perseverante tradición literaria y social inglesa.

El libro, pues, responde a la tradición del moderno humor inglés que estableciera Charles Dickens a partir de su Pickwick: una serie de escenas encadenadas de corte costumbrista bajo las cuales van surgiendo poco a poco unas líneas maestras muy sencillas y eficaces que las encadenan para darles forma narrativa, a lo que hay que sumar el conjunto de detalles característicos cuya repetición bien medida es el hilván de la pieza que se está confeccionando. Para ello, los autores emplean un sistema de contrastes cuyo entreveramiento tiende a aumentar mientras el libro avanza.

DIARIO DE UN DON NADIE

George Grossmith y Weedon Grossmith Traducción de Eduardo Iriarte Edhasa. Barcelona, 2002 276 páginas. 18 euros

El libro cuenta las andanzas del señor Pooter, honrado, sumiso y modélico empleado de una oficina, a lo largo de su vida diaria. Los Pooter viven en una típica casa inglesa de tres plantas con jardincillo de entrada, tienen un hijo ya independizado, un par de vecinos pelmazos con los que se ven preferentemente y una relación general de barrio con los diversos y pequeños proveedores de sus necesidades cotidianas. El señor Pooter -como el inspector Clouseau de La pantera rosa- tiene una relación de tropiezo constante con las personas y las cosas, lo que no conmueve un ápice sus convicciones en lo tocante a lo que es una vida correcta y propia de un caballero. Ése es el primer contraste que da lugar a las hilarantes situaciones contenidas en el libro. Su propio hijo, Lupin, es el siguiente contraste; representa a la siguiente generación, descarada y aprovechada a los ojos de Pooter, quien sin embargo hace valer los lazos de sangre por encima de cualquiera de las muchas contrariedades que le ocasiona su hijo. Y, poco a poco, se van incorporando los restantes -y siempre característicos- personajes que van contrastándose entre sí y tejiendo la malla de la narración; malla, huelga decirlo, cosida y tendida con verdadera maestría en la observación de las convenciones sociales por parte de los hermanos Grossmith.

Junto a ello, no conviene olvidar los concretos leitmotiv que puntean el libro y que son de una eficacia irresistible, como la tendencia de Pooter a hacer chistes espantosos que le proporcionan una satisfacción (y un éxito con su esposa) indecibles y a veces, también, extrañeza ante la falta de respuesta de los demás. Estos chistes malos son para Pooter el colmo de la manifestación del ingenio y la rapidez mental. En realidad, Pooter es un hombre minúsculo empeñado en revestir de dignidad y corrección social todo lo que le condena a ser minúsculo. Su amor por lo intrascendente le lleva a convertir en trascendente todo lo que no lo es y, naturalmente, la vida lo desaira constantemente, ante sí y ante los demás; pero su firme convicción de que "lo correcto" es una norma de conducta invariable y firme como una roca tiene tanto de patético como de tierno; el tono de humor que los Grossmith consiguen reside, precisamente, en su habilidad para provocar ambos sentimientos en el lector; sólo de ese modo el señor Pooter se convierte en un tipo ridiculizado, pero entrañable; sólo de ese modo puede llegar al capítulo final, titulado Uno de los días más felices de mi vida, donde alcanza su momento de gloria gracias a un acto de máxima servidumbre. Semejante anhelo no puede cumplirse más que como una apoteosis de su deseo profundo e íntimo de adaptarse a la intachable convencionalidad que rige su vida. Así lo confiesa con entera inocencia al Diario que escribe cuidadosamente y por medio del cual nos habla: "Estoy convencido de que mi felicidad se debe a mi falta de ambición".

Éste es un libro para gente con sentido del humor, para anglófilos (incluso aunque no tengan sentido del humor) y para leer mejor poco a poco que de una sentada, aunque es tan irresistible que dudo que haya lectores con la suficiente autodisciplina como para administrárselo en dosis y no en vena.

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