La mejor de las perdiciones
Los escritores prendados de África lo están de cada palmo del continente, pero secretamente ciertas querencias les llevan y traen más que otras. En el caso de Javier Reverte (Madrid, 1944), parece que el Nilo (los Nilos) es su gran acicate africano. En este nuevo libro, Reverte se pierde (también en sentido sentimental) por Etiopía, Sudán y Egipto, los grandes gigantes nilóticos. Y lo hace con algo que todo viajero debería transportar a espuertas: capacidad para el diálogo y humildad para escuchar. No en vano se abre con un epígrafe de Pierre Loti que habla de "la fantasía de un lento paseo". Un sinfín de encuentros y opiniones no sólo adorna el relato, sino que forma parte esencial del viaje. Reverte, como escritor, siempre ha tenido oído para los diálogos, y desde luego que los que el viaje levanta del silencio le interesan sobremanera.
LOS CAMINOS PERDIDOS DE ÁFRICA
Javier Reverte Areté. Barcelona, 2002 431 páginas. 20,50 euros
Sólo partiendo del encuentro concreto, puede el viajero-escritor remontarse a las grandes cuestiones históricas, que tan a menudo se olvidan al contar las aventuras africanas. Para Reverte, sus tres países protagonistas comparten no sólo el Nilo, sino la experiencia del fracaso de sus sueños colectivos: Etiopía ha sido pagada en nuestros días en aislamiento y olvido oceánicos, Sudán en marginación como integrante del fantasmagórico "eje del mal", y Egipto simplemente nunca pudo ejercer su pasión de imperio y se debate en contradicciones sociales que en cualquier momento podrían desembocar en convulsiones. De ahí que Reverte busque el retrato de hitos claves de el fracaso de esos países: el derrocamiento de Haile Selassie y la dictadura de Mengistu en Etiopía, el choque del Sudán rebelde e islamista del Mahdi con el imperio británico y la realidad de la vida bajo la sharía de hoy, y la nostalgia que en El Cairo flota aún del fulgor nasserista. En los tres países, Reverte se cuida muy bien de mostrarnos, a la par que el peso de la historia, la habilidad de la gente para buscar una vida tolerable. Por eso el libro es bienhumorado, y a ello contribuye una prosa cuya transparencia es el mejor vehículo para contar que "África siempre es sutil".
Los caminos perdidos de África enlaza con obras anteriores como El sueño de África y más directamente con Dios, el diablo y la aventura, sobre Pedro Páez, el jesuita español que descubrió el Nilo Azul. Reverte reflexiona sobre ese nexo y las motivaciones que le impulsan a volver y volver a África: no el Nilo Azul o cualquier otra meta concreta, sino el hecho mismo de perderse por allí, que es la mejor manera de encontrarse con algo. Una vez más, el viaje como acicate para luego contarlo. Para poder pintar Etiopía como ámbito épico, Sudán como reino de la luz, o la fuerza endemoniada y la simultánea fragilidad de El Cairo.
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