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Desde el Pacífico
Columna
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Muchedumbres inteligentes (y peligrosas)

TAN NATURAL PARA LOS ADOLESCENTES de todas partes del mundo que parecen haber nacido con él, el teléfono móvil podría trastornar las relaciones humanas, las ciudades y toda la sociedad de una manera aún más profunda que el ordenador o Internet. Eso es lo que afirma Howard Rheingold, el hombre que ha popularizado las comunidades virtuales. Hasta tiene un nombre para este nuevo fenómeno: "smart mobs", muchedumbres inteligentes, pero también peligrosas (la palabra "mob" tiene en inglés dos connotaciones: muchedumbre y crimen organizado).

"Las muchedumbres inteligentes se componen de personas que pueden actuar de común acuerdo, incluso sin conocerse entre sí," escribe Rheingold en su libro Smart Mobs: The Next Social Revolution. Éstas surgen cuando la gente utiliza aparatos portátiles capaces a la vez de comunicar y procesar la información. "Cuando se juntan dos tecnologías, a menudo aparecen propiedades nuevas, por el hecho de que la gente las utiliza para hacer cosas para las cuales no estaban previstas", nos explica Rheingold en su casa de Mill Valley, al norte de San Francisco.

Cuando se juntan dos tecnologías, a menudo aparecen propiedades nuevas, por el hecho de que la gente las utiliza para hacer cosas para las cuales no estaban previstas
La clave de la acción colectiva la dan los "sistemas de reputación": el punto donde convergen tecnología y cooperación
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La asociación de la computadora y del teléfono hizo posible Internet y la comunicación horizontal entre usuarios. Sin embargo, "la telefonía móvil y la banda ancha traen un mayor potencial de cambios que la computadora y la Red".

Los componentes tecnológicos del trastorno actual son cinco: 1) la telefonía móvil; 2) la computadora; 3) las conexiones de alta capacidad; 4) las redes de punto a punto, como Napster, cuyo éxito muestra la voluntad de la gente para cooperar en tareas comunes; 5) la capacidad de los aparatos para saber dónde se encuentran (local awareness) y de establecer relaciones entre el lugar y ciertos servicios y productos. Rheingold considera que pronto se podrá apuntar un aparato hacia la placa de una calle y preguntar dónde se encuentra el restaurante chino más cercano y qué piensan de él los amigos en quienes confiamos.

"El tema del libro es la acción colectiva", explica Rheingold. Una de las claves es proporcionada por los "sistemas de reputación", que él ve como el punto donde convergen la tecnología y la cooperación. Tal sistema -que permite a los compradores mandar sus cheques a gente desconocida antes de haber recibido el producto solicitado- es fundamental en el éxito de la casa de subastas eBay.

El umbral, a partir del cual es posible la acción colectiva baja gracias al intercambio permanente de información, y se amplía la escala en la cual esta cooperación es posible. De ello resulta una mayor capacidad de auto-organización que lleva a la emergencia de "muchedumbres inteligentes".

El fenómeno es mundial. "Una de cada ocho personas tiene un teléfono celular en Botswana. Dentro de 10 años, los aparatos serán 1.000 veces más potentes de lo que son ahora", explica. "Los PC despegaron cuando alcanzaron el valor de un salario mensual. A nivel mundial, el salario promedio hoy en día es de 40 dólares al mes. El Pocket PC costará 40 dólares en 2007".

Rheingold se cuida de no caer en lo que él llama el "tecno-sublime", y destaca tres peligros potenciales: los atropellos a la privacidad (lo que sirve para cooperar puede servir para fisgonear); la aparición de redes criminales ("no todos los grupos sociales tienen buenas intenciones") y las amenazas a nuestra dignidad: "la pregunta es si tenemos la sabiduría para usar el poder de esos poderosos instrumentos sin perjudicar algo vital", escribe.

La pregunta central es, pues, como controlar estas herramientas de cooperación ampliada. Las autoridades oficiales y las empresas poderosas se inclinan a querer frenar su crecimiento, (como lo ha mostrado el caso Napster). Es cuestión de equilibrio: "Tanto las multitudes como las élites ya nos han demostrado que podían ser peligrosas" nos comenta. ¿Su conclusión? "Pecaríamos de imprudentes al ser demasiado optimistas, y de miopes al pensar únicamente en términos de desastre".

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