Videojuego
Una noche de verano, en Sevilla, cuando la transición sobresaltada, vino por el río un barco de fuego con demonios gozosos a bordo. Miles de entusiastas del infierno teatral de Els Comediants, tras el desembarco, corrimos tras los demonios al grito de ¡Viva el infierno! Apenas nada, una pequeña provocación, una explosión leve y festiva de libertad. Teatro. La fiesta final, bailando a la luz de la luna, fue en la plaza del Triunfo de la Inmaculada. Fuimos libres, aunque luego vimos que no teníamos permiso. Durante muchos días hubo rezos del Santo Rosario en la plaza, y la ciudad se cubrió de pintadas contra el grupo Els Comediants y los endemoniados participantes en la supuesta orgía blasfema...
El ayatolá Jomeini, que imponía groseramente su integrismo religioso a todos los iraníes, decidió condenar a muerte a un escritor, Salman Rushdie, por blasfemo. El delito fue escribir un libro, Los versos satánicos, crítico con el Corán. En Nigeria, un artículo periodístico en el que se afirmaba que si Mahoma estuviera vivo no se habría opuesto a la celebración del concurso de Miss Mundo ha provocado revueltas de integristas religiosos que han causado la muerte de más de 200 personas...
Rasgarse las vestiduras es común, es, según el Nuevo Testamento, cosa de fariseos. Es mejor no rasgarse las vestiduras por esas cosas y estar atentos a los signos integristas, soplen donde soplen, lo digo porque hay algo inquietante, desasosegante, excluyente e inquisitorial en la denuncia clamando condena a los autores de un juego que anda circulando por Internet, en el que el jugador apunta y dispara sobre cofrades y mujeres con mantilla. No me gusta el juego, pero tampoco me gustan otros que circulan por la Red, por ejemplo uno de nazis invitando a perseguir y matar "moros" en El Ejido, tal cual, y, que yo sepa, ninguno de los buscadores ha ido al juzgado a denunciar ese crimen. Bueno, sí, el Movimiento Contra la Intolerancia, que llegó hasta el fiscal general del Estado con su denuncia y..., hasta hoy. No hay respuesta. Todo el revuelo formado en torno al asunto del videojuego me ha recordado los rezos y las pintadas de aquella noche festiva con demonios, de libertad incierta y democracia en el aire. No resulta tranquilizador.
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