Decepción

Me ha decepcionado la forma en que la sección Salud de la edición de EL PAÍS del día 19 de noviembre trata el tema de los implantes cocleares para niños sordos. En el artículo titulado Oídos nuevos para niños sordos se hacen una serie de afirmaciones como "integración absoluta", "perfecta integración", "el implante dura toda la vida y no hay que sustituirlo en ningún caso", que son incorrectas. Ningún profesional conocedor del tema utilizaría unos términos tan irreflexivos. Son afirmaciones que se refieren a un programa que tiene 12 años de antigüedad, con la mayoría de los niños implantados aún en edad escolar.

El implante coclear puede ser una buena ayuda para un niño sordo profundo. Sin duda lo es para sus padres y para las personas adultas que pierden la audición, pero en la forma en que se presenta en el artículo se convierte en un producto comercial. Conceptos como "hay que hablar en términos de coste-beneficio dado que reduce drásticamente el coste de los tratamientos posteriores" son más adecuados para los folletos de productos industriales que para una ayuda al desarrollo comunicativo y emocional de un niño. El artículo tiene otras afirmaciones más que dudosas, como la idoneidad de dos implantes frente a uno. El riesgo de toda operación se dobla, el presupuesto también se dobla y no hay evidencia de que haya una mejora significativa, aunque pueda servir para justificar decepciones frente a anteriores implantes.

Entiendo que un medio de comunicación ha de extremar el rigor en el tratamiento de las informaciones médicas. Especialmente cuando el destinatario del mensaje es vulnerable, como una familia que recibe la noticia de tener un hijo sordo. Inducir a una familia a decidir una operación de alto presupuesto, lo antes posible y sin poder conocer la existencia de otras alternativas, es una actitud muy alejada de la ética médica y su tratamiento informativo debería ser muy crítico y matizado.