Los parados se especializan
La formación ocupacional alcanza a unos 300.000 desempleados al año sin que se pueda saber su efectividad
Casi 300.000 parados pasan cada año por algún curso de formación ocupacional. Estos programas, dirigidos a facilitar su inserción laboral, son cada vez más cortos y especializados, pero su efectividad está por ver, según el libro La educación profesional en España, de los sociólogos Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez. A pesar del dinero que mueven estos cursos, sus alumnos tienen pocas probabilidades más de colocarse que el resto de parados.
El perfil de los alumnos ha cambiado en favor de los colectivos más castigados por el paro: las mujeres rozan ya el 60%
La formación de cada parado cuesta al año 2.621 euros, que se financian en gran parte con fondos públicos
Un curso de formación para parados tiene como objetivo último devolver a sus alumnos al mercado de trabajo, dotarles de herramientas y conocimientos que faciliten esa vuelta a la actividad. Por eso la mejor forma de medir su efectividad es el número de alumnos que logran colocarse durante el año siguiente a terminar el curso. Esa tarea resulta ardua en España. Al menos eso es lo que se desprende del libro La educación profesional en España, de los sociólogos Víctor-Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez.
Este trabajo, editado por la Fundación Santillana, ligada al Grupo PRISA, recoge el dato oficial de que el 68% de los parados que pasaron por alguno de los cursos del Plan de Formación e Inserción Profesional (FIP) en 1998 lograron un contrato de trabajo durante el año siguiente a terminar el curso. Este dato es sólo ligeramente superior al de parados que, con el mismo nivel de estudios y sin pasar por ningún curso específico, logran volver al mercado laboral (59%).
Ambos porcentajes se elaboran a partir de una encuesta. Se trata además de datos incompletos, pues no permiten distinguir cuántos de esos desempleados que se colocan lo hacen en algún puesto relacionado con lo que han aprendido. Esto lleva a los autores del trabajo a asegurar que "las cifras de inserción del Inem [Instituto Nacional de Empleo] son poco concluyentes" y a cuestionar "la utilidad real de esos cursos".
Durante el año 2000, el último del que recoge datos el libro, se reealizaron 24.374 de estos cursos, en los que participaron 300.443. No todos acabaron: los alumnos formados fueron 289.712. Si se tiene en cuenta que cada parado formado cuesta al año 2.621 euros, que se financian en buena parte con fondos públicos (europeos y cuotas de empresarios y trabajadores), las cuentas no parecen salir. Eso sin contar con que la gestión de esos fondos ha estado ligada a distintos escándalos y fraudes: facturas falsas, cursos inexistentes, financiación encubierta de partidos...
"[Estos cursos] se han utilizado en muchos casos como un mecanismo de subvención", subraya Juan Carlos Rodríguez, de tal forma que los parados no sólo deben seguir los cursos si no quieren poner en peligro su subsidio de desempleo, sino que además reciben dietas por asistir a los cursos.
El problema no es tanto la cantidad de dinero invertido, que es mucho, sino los resultados de este tipo de formación. A pesar de ello, el peso de ésta en el gasto público educativo ha decrecido en los últimos años del 5,1% en 1998 -1.221 millones de euros- al 4,6% -1.256 millones-. Este dato, sin embargo, no resulta preocupante para este sociólogo: "Todo depende de cómo se gasta ese dinero", asegura. Lo cierto es que, desde la entrada de España en la entonces Comunidad Económica Europea en 1986, las cantidades destinadas a la formación de parados se incrementaron de forma significativa.
El contenido y enfoque de estos cursos también ha ido cambiando, sobre todo desde 1993, cuando se separaron de la formación para trabajadores en activo. Básicamente esta formación se divide entre los cursos del Plan FIP, dirigidos a parados expulsados del mercado laboral y por lo tanto con experiencia, y los programas de las escuelas-taller y casas de oficios, enfocados en jóvenes sin experiencia laboral y por los que pasaron más de 68.000 alumnos en 2000.
Los primeros han variado significativamente en los últimos años, según este análisis. Así, si en 1994 más de la mitad de los cursos (51,5%) eran generalistas, hace un par de años éstos habían prácticamente desaparecido en favor de aquellos programas que forman para una ocupación específica (54,7%) y de los de especialización (27,9%). Además, se han vuelto cada vez más cortos y hoy la media se sitúa entre las 200 y las 400 horas.
Más paradas, más formadas
También ha cambiado el perfil de sus beneficiarios, lógicamente en favor de los colectivos más castigados por el desempleo, como las mujeres. Éstas ya rozan el 60% del total de alumnos de formación ocupacional. El número de paradas es de 982.610, lo que supone el 59,9% del total.
Por sectores, arrasa el sector servicios (más del 80%), en pura lógica, dada la estructura productiva de la economía española. Y han perdido fuerza industria y agricultura y pesca.
En España hay 1.545.378 parados, según la última estadística oficial del Ministerio de Trabajo, hecha pública en octubre. Eso significa que menos del 20% de los desempleados tiene acceso a cursos de formación ocupacional. Unos y otros, sin embargo, tienen probabilidades similares de tener éxito en su búsqueda de trabajo.
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