En bici o a pie junto al río Cidacos

Esta recoleta cuenca fluvial, sembrada de huertas, conoció sus momentos de mayor esplendor en la primera mitad del siglo XX. Entonces se creó, para el transporte de los frutos que en ella se producían, un pequeño tren de vía estrecha entre las localidades de Calahorra y Arnedillo, donde hoy comienza la célebre fiesta en honor a San Andrés, cuya imagen recorrerá las calles, mañana antes del mediodía, en medio de un denso sahumerio de romero.

Tras los pasos del viejo tren

Poco más de cuatro décadas, entre los años veinte y los sesenta, duró la actividad viajera del ferrocarril del Cidacos, hoy convertido su trazado en una vía verde de 34 kilómetros para el deleite de senderistas y cicloturistas (en bicicleta se recorre en unas cinco horas ida y vuelta pedaleando tranquilamente). Esta caduca senda viaria, ya sin raíles ni traviesas y con muy poco desnivel, tiene su inicio en el parque público del Cidacos, a la salida de Calahorra con dirección a Autol. A las puertas de este pueblo, el redondeado promontorio conocido como cerro del Gollizo se considera el verdadero comienzo del valle del Cidacos, apretado entre farallones rojizos de areniscas. La vieja vía traspasa el cerro por un túnel de 575 metros de largo, iluminado en su interior desde el último acondicionamiento de la ruta. A la salida, el camino recobra la vera del río para iniciar desde aquí hasta el final los tramos más atractivos de su recorrido. Para los amantes de las curiosidades es aconsejable volver hacia la entrada de Autol por este lado del Gollizo y descubrir dos monolitos naturales de 10 y 5 metros de altura nombrados como el Picuezo y la Picueza, respectivamente, sobre los que corre la leyenda de que son en realidad dos ladrones petrificados con su botín.

Olivares pletóricos

Próxima a la ribera, la traza asfaltada de la ruta camina entre choperas y alamedas, viñas y huertas, e incluso algunos olivares pletóricos de verdor. Al acercarse a Quel, pueblo natal del dramaturgo Bretón de los Herreros, se observa que lo más llamativo de su imagen se yergue por encima de los tejados en forma de peñón bermejo, horadado como un queso por antiguas casas-cueva y coronado por un vetusto y derruido castillo roquero.

La vía verde continúa su rumbo río arriba con dirección a Arnedo, a cuya salida la senda se topa con una moderna pasarela de madera que posibilita cruzar el Cidacos hacia el monasterio de Nuestra Señora de Vico y el tupido bosque de pinos piñoneros de su derredor. Sus hechuras datan de 1456, y obliga a acercarse a él la excelencia de las vistas sobre el valle. El sendero prosigue en línea recta hasta la altura de Herce, donde gira para saltar las aguas del río por encima de un puente de hormigón.

La zona más abrupta

La sierra de Préjano, alzada sobre el flanco izquierdo del cauce, y la sierra de la Hez, sobre el derecho, anuncian la zona más abrupta del circuito y el comienzo del llamado cañón de Arnedillo. El lugar ha sido declarado zona de especial protección para las aves por la importancia de la colonia de buitres leonados que anidan aquí, junto a varias parejas de halcones peregrinos, búhos reales y águilas culebreras. Un largo túnel perfora el acantilado que estrecha la puerta de acceso al pueblo, para aparecer del otro lado en la renovada estación ferroviaria, convertida ahora en piscina municipal. Frente a ella aparecen las humeantes aguas termales del balneario, que manan a 52,5 grados y están indicadas para tratamientos contra la gota, alteraciones respiratorias e incluso métodos de belleza. Por detrás del edificio donde se sitúan las termas existen unos pozos naturales a distintas temperaturas, de libre acceso a las aguas benéficas y con posibilidad de bañarse.