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Reportaje:

Doctores en palmas

Los responsables del 'templo' flamenco Casa Patas han creado un conservatorio para enseñar todos los misterios de este arte

Todas las cosas cambian. El flamenco, por ejemplo, un arte que hasta hace poco se aprendía mirando y escuchando. Pero se inventaron las clases de baile, luego las de guitarra y, muy recientemente, las de cante y las de palmas. Ahora, incluso, existe un conservatorio de flamenco en Madrid, que se llama Fundación Conservatorio Flamenco Casa Patas. Esta escuela ocupa los dos pisos que están por encima del famoso local del mismo nombre dedicado a actuaciones y recitales de este arte, suman nada menos que 900 metros cuadrados, y lo ha puesto en marcha el mismo propietario, Enrique Guerrero y su familia.

"Es un proyecto que nace como consecuencia de Casa Patas. En un momento en que nuestras actividades empresariales atravesaban una buena situación, quisimos devolver al flamenco todo lo que nos había dado a nosotros", comenta en sentido metafórico Martín Guerrero, de 28 años, uno de los hijos del propietario.

Hay alumnos de todas edades, desde niños a personas de 70 años con ganas de aprender

Así que los dos pisos que los Guerrero habían comprado para rehabilitarlos y venderlos como viviendas, se transformaron en un proyecto educativo, en el que han invertido 200 millones de pesetas. Es decir, en una escuela que ya cuenta con 150 alumnos y en la que se imparten clases de todas las ramas del flamenco: baile, cante, guitarra y palmas.

En el Conservatorio Casa Patas también se organizan cursos teóricos sobre la historia o los orígenes de este arte tan popular, pero tan poco conocido; hay un salón de actos e, incluso, un café cantante.

Dentro de poco se abrirán la biblioteca (que ya cuenta con 200 volúmenes), la hemeroteca y la fonoteca, dedicadas a las mismas materias este arte. Porque los planes que aguardan a este centro son verdaderamente ambiciosos: consisten en llegar a convertirlo en una escuela de todas las disciplinas de este arte y de la que se salga con un título oficial. En este sentido, los propietarios están sondeando y preparando todos los requisitos necesarios para ello.

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"Nos hemos dado cuenta de que el flamenco no cuenta con ningún centro en toda España que aglutine todas sus ramas. No existe nada con unos objetivos tan ambiciosos. Por eso lo hemos llamado conservatorio. Aspiramos a concentrar acontecimientos de todo tipo relacionados con el flamenco en Madrid. Estamos sentando las bases para que sea una institución de verdad", expone Martín Guerrero, quien además se encargó de la rehabilitación de las dos plantas destinadas al conservatorio. Una era una pensión y la otra, oficinas de un juzgado. "El edificio estaba en condiciones horribles, a punto de formar parte de los edificios derrumbados del centro de Madrid", declara el arquitecto.

Otra idea es organizar clases de idiomas orientadas a los artistas, que tanto viajan por el mundo y tanto necesitan conocer otra lengua. Pero, a diferencia de otros conocidos centros de enseñanza de flamenco, como la prestigiosa y antigua Academia Amor de Dios (un centro conocido en todo el mundo que funciona desde hace más de medio siglo), al conservatorio de Casa Patas no acuden profesionales o aspirantes a serlo.

La mayoría de los 150 alumnos de esta nueva escuela son estudiantes, o profesionales de distintas ramas que les gusta este arte y quieren practicarlo. Así es el caso de Javier Escauriaza, un economista cercano a los sesenta años, que trabaja en un banco y que se ha apuntado a las clases de palmas y percusión. Allí estaba el pasado viernes, dándole como loco al cajón y disfrutando de verdad. "Siempre me ha gustado mucho el flamenco. Mi hija da clases de baile aquí y fue la que me dio la idea de apuntarme", comentaba el economista tras la agotadora sesión.

Otra alumna aplicada es Rocío Reyes, una mujer de 30 años, que, a pesar de tener un nombre tan flamenco trabaja como enfermera. "En mi caso, doy clases para disfrutar, porque me gusta mucho este arte. Además, es una manera de estar en forma".

El propio Martín Guerrero se ha matriculado en las clases de percusión. "Como no tengo orígenes flamencos, es una buena manera de conocer este arte, que es muy complejo. Ahora es cuando estoy aprendiendo a diferenciar los palos, cosa que no sabía a pesar de llevar tanto tiempo oyéndolos", declara Guerrero.

Todos los profesores son profesionales del flamenco, muchos de ellos artistas que actúan de cuando en cuando en Casa Patas. En las clases existen tres niveles de cada rama (principiantes, nivel medio y avanzado) y hay alumnos de todas edades, desde niños a personas de más de 70 años con ganas de aprender: uno de los alumnos de guitarra tiene 72 años y jamás había tocado una.

Conservatorio Casa Patas. Cañizares, 10. Metro Tirso de Molina. Clases de flamenco: de 50 a 125 euros al mes. Teléfono 91 429 84 71. Academia Amor de Dios. Fray Luis de León, 13. Teléfono 91 530 16 61.

De cristalerías Álvarez a tablao

Resulta curioso que Enrique Guerrero, el propietario de uno de los locales que más ruido hacen dentro del flamenco en Madrid, Casa Patas, no tenga en su biografía ni un solo dato relacionado con este arte. Hasta que abrió Casa Patas, hace 19 años. Guerrero, igual que sus hijos, se dedica a negocios inmobiliarios, tiene un estudio de arquitectura y también está en el mundo de la hostelería.Antes de ser el restaurante-tablao que aparece hoy en las carteleras, el local era un comercio que se llamaba Cristalerías Álvarez y que su dueño puso a la venta. Enrique Guerrero, un empresario industrial al que le rondaba la idea de poner una taberna, se fijó en este edificio de ladrillo y madera levantado hace 120 años, y así nació un local que aspiraba a ofrecer buen jamón. Pero estamos en el barrio en el que han vivido las familias gitanas en Madrid desde hace dos siglos. Sus vecinos de enfrente era la familia Carbonell; a poca distancia, los Maya, y sin que nadie lo planeara, se fue convirtiendo en punto de citas para todos ellos y muchos más. Por allí pasaban los gitanos o payos de Lavapiés o del Rastro, metidos en ese mundo; hablaban y creaban tertulias. Como el espacio invitaba a ello, se hicieron actuaciones de teatro independiente, de jazz, hasta que, finalmente, lo tomaron los flamencos. Y como muy bien saben los aficionados, hay conciertos todos los fines de semana en los que se presentan desde artistas consagrados a otros que están arrancando.

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