El lirismo y la energía de una banda británica

Como prueba de que el pop británico no está del todo muerto de languidez, la actuación de este cuarteto despejó cualquier duda al respecto. Porque el simpático Chris Martin y sus compañeros ofrecieron aproximadamente hora y media de emociones musicadas con la suficiente carga de energía como para no inducir a la depresión o el sueño. En este sentido, mostraron que sus argumentos en directo son mucho más potentes que los que han desplegado hasta ahora en sus dos discos, Parachutes o el triunfador A rush of blood to the head.

Con una sensacional puesta en escena con cuatro pantallas de vídeo a sus espaldas e iluminación que contribuía a enriquecer la tensión que crean con su música, gozaron además de un sonido espectacular en el que se distinguía cada matiz de cada instrumento. La lista de canciones era corta, pero ideal para poner al público que abarrotaba la sala en órbita y dejarle con las ganas de repetir -gran ventaja de los conciertos no muy largos-. Trouble y Yellow, de entre los primeros temas de su carrera, y Scientist, interpretada con la ayuda de un piano del que Martin extraía dramáticas notas, y, por supuesto, la profundamente lírica In my place, fueron, quizá, los mejores momentos de una noche que muchos de los fans de la banda guardarán en el recuerdo, con esa tradicional coletilla de "yo estuve en aquel concierto" que distingue a los mejores grupos de la historia de la música popular.