Corrupción, sexo, terrenos
Manos sobre la ciudad: los especuladores, los políticos, las graciosas muñecas ondulantes que ofrecen sexo por algo, el ingenuo que intenta resolverlo y ha de huir; el crimen del que es víctima un inmigrante -cuya voz, fuera de escena, se escucha acusatoria al principio y al final- y su viuda rodeada de niños.
Como Rossi en el cine hace cuarenta años, Ernesto Caballero lleva su teatro a ese terreno movedizo y hace una obra crítica, dura y algo ingenua en su condición de denuncia, más que de crítica: es un acusador y está en su línea. Esta vez no es una ciudad, sino un pueblo, tal vez del Sur, por el bañador -su contenido humano, quiero decir- que casi se sale del escenario cuando se alza el telón, oída ya la salmodia lamentosa del muerto.
Tierra de por medio
De Ernesto Caballero. Intérpretes: Maruchi León, Janfri Topera, Jaime Martín, Eloisa Sinovas, Vicente Colomar, Ascen López y Rosa Savoini. Escenografía: Gerardo Trotti. Dirección: Ernesto Caballero. Teatro Galileo. Madrid.
Comedia policiaca, dice el autor. No hay que fiarse de lo que dicen o creen los autores. También dice que es la obra más ambiciosa de su carrera: yo puedo creer que otras obras suyas están muy por encima. Aunque nadie pueda saber mejor que él de su ambición.
Contar secretos
Esta denuncia escénica está montada sobre escenas de dos personajes. Debe formar parte de su ideación, de la manera que tiene de presentar cada manera de contar secretos, de presionar sobre otros, de ocultar la verdad o de fingir la utilidad propia en la prevaricación con asesinato, pero resulta un poco monótona y redunda en el problema de lo contado y no sucedido ante los espectadores.
En todo caso, su intención, la rareza de una obra de teatro actual que plantee problemas actuales con un punto de vista de rebeldía, intransigencia y denuncia, mejoran su calidad teatral: el texto y la intención son siempre primordiales.
El público supo verlo así: subrayaron algunas escenas donde quedaba muy visible el cinismo de los malos con risas, otras con murmullos de aprobación, y las ovaciones a los actores subieron cuando apareció en escena el autor, el siempre estimado Ernesto Caballero.
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