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ASAMBLEA

La fiebre de la vivienda

Venga. Las cosas como son. Ayer, el consejero de Obras Públicas y vicepresidente, Luis Eduardo Cortés, tuvo todo un detalle. Estaba indispuesto. Una gripe que le hacía aparecer demacrado y pálido, sudoroso de fiebres. Y el pleno decidió retirar del orden del día su comparecencia. Pero él se ofreció a contestar a las preguntas que le formularon los grupos y hasta a responder la interpelación que había presentado el socialista Antonio Fernández Gordillo sobre el acceso de los madrileños a una vivienda. Y, enfermo y febril, Luis Eduardo Cortés, contestó, como mejor pudo y sin perder el humor, en una sesión que fue un monográfico sobre los problemas de los madrileños para acceder al más pequeño pisito.

Empezó el portavoz socialista, Pedro Sabando, preguntando al presidente Alberto Ruiz-Gallardón por esa casa de la que hablaba Alfonsina Storni: '¿Recuerdas tú? La casa era un arrullo, / un perfume infinito, un nido blando'. Y se quejaba Sabando de que ya nadie pudiera tener todo lo que cantaba aquella poetisa desaparecida en la mar. Y le decía que habían subido los precios de forma intolerable, que las familias tienen que dedicar el 63,4% de sus sueldos a pagar un piso. Y que así nadie, nadie o muy pocos, podía acceder a ese nido de perfume infinito.

Contestó el presidente negando la mayor. Y volvió a una vieja práctica: comparar la Administración socialista con la popular. Recurrió a san Agustín, obispo de Hipona, y le dijo aquello de 'si me miro soy un pecador. Pero si me comparo, soy un santo'. Con otras palabras. Pero poco dijo de las casas. Y no negó que los jóvenes terminan por quedarse con los padres, no porque quieran, sino porque así es imposible echarse a la calle. Puestos así, le podía haber dicho lo que dice el maestro de periodistas José Luis Alvite: que es mejor que no haya viviendas baratas porque, en definitiva, 'un hogar es sólo una excusa para llegar tarde a casa'. Y quien quita la ocasión, quita el divorcio.

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