Leganés olímpico
Ahora que la candidatura olímpica de Madrid tiene pocas posibilidades de salir adelante, Leganés se postula como un firme candidato a servir de sede para los Juegos Mundiales de Tráfico, en los que las carreras de rotondas y los saltos de badenes serían dos destacadísimas especialidades, a no dudar filón de medallas para los especialistas locales.
Además, a diferencia de la disparatada inversión que requerirían las olimpiadas madrileñas,los Juegos de Leganés no obligarían a construir costosísimas y pretenciosas infraestructuras, porque ya el Ayuntamiento se ha encargado de colmarla de todos los recursos necesarios. Esto se ha logrado, es cierto, con algunos daños colaterales: dolores de cabeza y mareos, transmisiones enloquecidas y suspensiones descuajaringadas, amén de otros infortunios por desgracia menos pasajeros para conductores, vehículos y peatones.
Uno, en su ignorancia, sospecha que las rotondas no han traído sino un aumento espectacular de accidentes de tráfico, pero está completamente seguro de que los badenes, de los que la localidad luce un abanico de diseños que van del prêt-à-porter a la alta costura, con tallas, texturas y colores diversos, más que contribuir a reducir la velocidad de los vehículos, han hecho aflorar los instintos más depredadores de los conductores.
Ediles debe de haber que piensen que su mera instalación, acompañada, eso sí, de enormes señales horizontales de limitación de velocidad, tienen la mágica virtud de moderar a los conductores. Mal pensados hay, sin embargo, que opinan que tanto badén y realce no es más que un recurso fácil para ahorrarse sueldos policiales y para huir de las funciones primordiales de los ayuntamientos: el control y la vigilancia.
