'El antihéroe es hoy un personaje representativo'
Wilhelm Genazino (Mannheim, 1943) es uno de los nombres destacados de la llamada generación del 68, en la que sobresalen nombres como Peter Handke, Uwe Timm, Peter Schneider o Botho Strauss. En su última novela, Un paraguas para ese día (Galaxia Gutenberg), relata la historia inquietante de un doctor de literatura cuarentón, que nunca ha tenido un trabajo fijo y sobrevive como probador de zapatos ingleses de lujo. Genazino explora con ironía las consecuencias psíquicas del paro en un personaje que se niega a encajar en la sociedad del éxito.
En 1998 consigue el reconocimiento de las letras alemanas con el Premio de Literatura de la Academia Bávara de las Bellas Artes, aunque su debut literario se produce años antes, en 1965, con la novela Laslinstrasse. Genazino vive ahora en Heidelberg.
'Mi mirada se dirige hacia el individuo, indaga qué ocurre con él. Por lo demás, suelo anteponer el pensamiento a la trama'
PREGUNTA. Usted fue durante años colaborador de la revista satírica Pardon. ¿Qué papel juega el humor para el novelista Wilhelm Genazino?
RESPUESTA. El humor siempre está en medio; bueno, no siempre ha sido así. Se ha incorporado en los últimos años. Mejor diría: la ironía. Más que nada quiero transmitir una sensación cómica, no el humor de los chistes, sino una sensación que se acerca a la comicidad y la ironía.
P. El protagonista de Un paraguas para ese día es un flanneur en paro, en Las cajeras es un solitario ya mayor. ¿Qué atractivo especial tiene para usted el antihéroe?
R. Ocurre que se ha convertido hoy en un personaje representativo. Ya no lo es el héroe equipado con todas las cualidades deseables y privilegios sociales de la novela de la premodernidad, sino el marginado, uno que ya no llena del todo su personaje. Éste es el papel que ha quedado para el héroe.
P. ¿Negarse al éxito es la respuesta de su protagonista universitario a la sociedad alemana del rendimiento?
R. De esto seguramente hay algo. Naturalmente también tiene una parte personal, privada. Y, lo que es muy importante para la caracterización del personaje, da cuenta de lo complicado que se ha vuelto el individuo en la época moderna. Las influencias ambientales han individualizado enormemente al ser humano y la sociedad ya no puede acoger a su individualidad. Éste es el problema.
P. El narrador en primera persona pasea tranquilamente al borde del precipicio existencial. ¿Su situación no es dramática?
R. Claro que lo es. Pero a causa de su equipamiento interno, de sus amortiguadores de ironía y de comicidad, consigue llevar una vida no dramática. No quiere cansarse ya en luchas que no aportan nada. Por otra parte, esta ironía le permite hablar de temas muy serios, como la miseria de las masas. Y aunque se hable a destiempo de esto -eso es lo irónico y extraño- lo saca a colación. La enajenación del individuo existe para él, por eso se presenta como director de un 'instituto de arte memorístico y vivencial' que pretende procurar experiencias personales a la gente.
P. Se dice en un momento de la novela: 'La palabra zarzal me impresiona. Es tal vez la palabra para la singularidad total de la vida'. ¿Contiene este pasaje una estética?
R. Sí, se podría llamar así: la estética de lo incidental o de lo que sobra. A esta persona le gusta ocuparse con cosas situadas al margen, con lo accesorio, lo casual, que carga de un significado que para otros no tiene, ni siquiera despierta interés alguno. En este sentido, zarzal es sólo una palabra para las cosas que no merecen la atención de los otros y que en su mensaje individual sí tiene importancia. También se habla del empelusamiento, una palabra clave para su manera de vivir, para una existencia que ya no está integrada en contextos vitales reconocidos. La suya es una vida marginal, lejos de un centro que no para de girar a toda velocidad, movimiento que empuja a gente como él -en su mayoría personas cultas- al margen. Desde esta posición observan las cosas extrañas que ocurren en el centro y se vuelven extraños ellos mismos. Son conscientes de este proceso, porque no se trata de unos proletarios incapaces de reflexionar. Parte de su vida la dedicaron a una carrera universitaria que los ha preparado muy bien para un papel no previsto -la vida al margen- cuando estaban preparados para moverse con el centro. Pero allí sobran y ahora están plantados con sus conocimientos y habilidades que deben emplear para sí mismos.
P. En un momento dado, este personaje tiene miedo a volverse loco.
R. Sí, es altamente consciente de su aislamiento. Sabe que nadie le puede ayudar; que no hay ningún partido ni institución alguna que tomará nota de su situación y la transparentará para la sociedad.
P. En esta novela aparentemente tan ligera, usted coloca, de paso, unas cuantas cuestiones teóricas. Entra con un pequeño excurso sobre la culpa en el terreno de la filosofía moral.
R. Sí, el buen hombre tiene que meter en alguna parte su formación y su capacidad reflexiva (risas). No, pero en serio, desde que estoy escribiendo, me interesa la situación del sujeto en la sociedad. Esto ya fue así hace treinta años con las novelas de Abschaffel. Mi mirada se dirige hacia el individuo, indaga qué ocurre con él. Y me refiero a un individuo más allá de las definiciones de los partidos políticos y sus programas, uno que está generalmente socializado. Por lo demás, es cierto que suelo anteponer el pensamiento a la trama, por eso Un paraguas para ese día no es una novela que se pueda contar. De hecho, no tiene una trama en el sentido convencional. Tiene un final extremadamente precario. Surge algo que formalmente podría llamarse un final feliz, pero sólo formalmente, porque no se sabe si este personaje frágil es capaz de aguantar la tensión que le esperará en el mundo laboral. Permanece incierto si podrá mantener el equilibrio con todos los antagonismos de la sociedad acosándole. La novela está construida de modo que al final vence el estado de ánimo del lector. Si se concibe un final feliz, depende de cómo se interpreten los signos internos, ya que pueden significar blanco o negro. No se sabe muy bien qué rumbo tomará la vida del protagonista ni cuál fue la intención del autor. Esto me parece muy importante.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.