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Crónica:Volvo Masters | GOLF
Crónica
Texto informativo con interpretación

Ángel Cabrera conjura sus malos humos

El argentino, famoso por su vivo genio, lidera la primera jornada

Ángel Leopoldo Cabrera (Córdoba, Argentina, 1969) decidió un buen día cambiar los accesos de ira incontenible por las melosas tonadas italianas de los años sesenta. Y parece que el conjuro le funciona. El argentino, que va silbando O sole mio de hoyo en hoyo para espantar los fantasmas de la presión, levantó ayer su gorra con cortesía para brindar al público de Valderrama una tarjeta de 63 golpes, ocho bajo par, que le sitúa como líder tras la primera jornada del Volvo Másters. 'He jugado fantástico, como pocas veces', decía el argentino escondiendo los ojos con timidez y jugando con sus enormes manos con un papel.

'Los torneos no se ganan los jueves', dijo Sergio García, El Niño, ya resabiado, sobre el magnífico recorrido de Cabrera. García está seis golpes por debajo del cordobés. 'Esto recién comenzó', concedió el argentino precavido. Generalmente, cualquier parecido en la clasificación de un gran torneo entre el primero y el último día es pura coincidencia.

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Hierros largos, 'greenes' chicos

Cabrera, muy aficionado al fútbol, comenzó desde muy pequeño a cargar con una bolsa de palos. Pero no eran suyos, llevaba los de otro. Caddy en su Córdoba natal, se enroló en una liga para ayudantes de otros jugadores. Y de ahí, a los 20 años, le rescató su amigo y mentor Eduardo Romero, profesional desde 1984 y 25 años mayor que él. 'Es como mi padre', ha dicho Cabrera de su mecenas. Romero, en las épocas más duras, le prestó el dinero necesario para que participase en el circuito. Y Cabrera, un hombre corpulento de tez oscura, no lo ha desaprovechado. Puede que ese corpachón compacto le haya ayudado a ser uno de los tipos que le pega más duro y más largo a la pelota. El año próximo disputará el circuito americano, donde se favorece enormemente de ser un jugador con distancia. A Cabrera no le preocupa nada de su futura aventura americana, ni siquiera no saber inglés: 'Cuando juegue bien seguro que me va a entender todo el mundo y si juego mal ya me las apañaré. Para el golf no hace falta saber inglés'.

Por lo visto ayer, le bastaría con conservar su precisión en el juego largo -apenas se salió a la hierba alta- y mantener la inspiración en el green. 'He embocado todo', decía con una de las pocas sonrisas que se permitió a pesar de su magnífica tarjeta. Sus frecuentes pérdidas de concentración le esperan agazapadas hoy en el tee del uno. Por el momento no ha tenido que romper ningún palo contra el suelo. El conjuro del sole funciona.

Ángel Cabrera.
Ángel Cabrera.

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