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Entre el machismo y el negocio

La permisividad en la atrevida ropa deportiva femenina, con polémicas tecnológicas, contrasta con la rigidez en la masculina

Entre el machismo y el negocio. Las líneas básicas en el diseño de la ropa deportiva siguen moviéndose alrededor de estos dos parámetros, aunque han surgido matices curiosos en los últimos tiempos. La permisividad en la atrevida indumentaria femenina en determinados deportes contrasta todavía con la rigidez en los hombres, como si en las mujeres aún no bastaran sus rendimientos puramente deportivos. E incluso cuando los modelos son teóricamente más tapados, por razones tecnológicas, también se desatan polémicas.

La diputada del PSOE María José López, llegó a presentar en septiembre una pregunta al Gobierno por el body que usó la selección española de baloncesto en el pasado Mundial de China. Se habló más de ello que de su quinto puesto, el mismo que habían logrado los chicos. Las propias jugadoras hicieron un comunicado defendiendo la mayor comodidad de un atuendo que puede ser apretado, pero enseña menos piel que los anteriores y va en la línea de los trajes de triatlón y los de natación, mejores para calentar los músculos y el deslizamiento, pero sobre todo para el negocio de las marcas que los comercializan. Es la variante promocional en que la tecnología puede ganar a la piel mostrada.

El voleibol tomó a finales de octubre de 1998 una de sus muchas decisiones encaminadas a conseguir la mayor atracción para su deporte: obligar a sus jugadoras a llevar las indumentarias más ajustadas. Estableció incluso premios y multas. La medida, tachada de sexista, no fue nada sibilina, se tomó con luz y taquígrafos, cuando la modalidad de voley playa, por razones obvias, ofrecía ya a la vista de los espectadores mínimos bikinis, y en atletismo, mucho antes, las velocistas, sobre todo, llevaban modelos sugerentes como algo natural. Ahora, cuatro años después, los trajes siguen ajustados, pero los pantalones han sustituido a los slip en el voleibol bajo techo. Bastan.

Sin mangas y con 'piercing'

El caso más elocuente de intentar que se hable de un deporte al precio de la carne se produjo en junio de 2001, cuando Andrew Shelley, presidente de la Asociación Internacional de Jugadoras de Squash, propuso que Vicky Botwright, entonces la 18ª de la lista mundial, jugara con tanga el Open Británico para atraer la atención. Naturalmente, la Federación Internacional no lo admitió, pero ella se ha convertido en un sucedáneo de la tenista Anna Kurnikova. Tiene incluso su propia línea de ropa que comercializa a través de una página web muy visitada.

Precisamente en el tenis, en el pasado Open de Estados Unidos, se comprobó el distinto rasero entre hombres y mujeres. Al alemán Tommy Haas no le dejaron jugar con una camiseta sin mangas, como la que usó Camerún en el anterior Mundial de fútbol. El tenista se quejó porque en las mismas pistas, la número uno mundial, Serena Williams, lucía sus bien apretados bodies de lycra o dos piezas que mostraban incluso un piercing con colgante en el ombligo. Y no las necesitaba para arrasar.

Serena Williams golpea de derecha en el pasado Open de Estados Unidos.
Serena Williams golpea de derecha en el pasado Open de Estados Unidos.AP

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