Excelente año de setas en el Pirineo
La buena temporada de 'bolets' llena el bosque de buscadores y complementa la economía de muchas familias
Este año está resultando buena la temporada de setas en los bosques del Pirineo catalán. La meteorología ha sido favorable en los últimos meses y los boletaires están disfrutando desde finales de agosto como no lo hacían desde hace mucho tiempo porque el tiempo ha permitido que este otoño proliferen los ejemplares de las especies más apreciadas en Cataluña, sobre todo rovellons, ceps, llenegues, fredolics, peus de rata y rossinyols.
Cataluña, al contrario de lo que sucede en el resto de las comunidades españolas -la excepción la constituye también el País Vasco-, es micófila y micófaga, afición que va cada día en aumento, y la recogida de setas se ha convertido en una actividad que, año tras año, levanta pasiones entre los catalanes.
Durante los fines de semana la mayoría de los bosques de las comarcas de montaña -o de las zonas en las que la sabiduría popular asegura que siempre ha habido setas en abundancia- se ven invadidos por centenares de aficionados a la micología. Muchos se lo toman como una forma más de ocio, pero otros lo han convertido en un complemento a la economía doméstica.
En temporadas de mucha producción, como la actual, pueden obtenerse importantes ganancias debido a que en los mercados las buscadas setas se pagan a un buen precio. Algunas familias del Pirineo leridano han llegado a sacar de los bosques de sus alrededores 6.000 euros de sobresueldo en un mes.
El número de buscadores de setas en Cataluña ha experimentado en los últimos tiempos un crecimiento tan espectacular que ya se ha abierto un debate social sobre la necesidad de elaborar una normativa para regular la actividad o el acceso a la naturaleza, que ante la presencia masiva de personas y vehículos siempre sale malparada
Los expertos consideran que pretender poner puertas al bosque sería una medida impopular y que, en todo caso, lo que debe controlarse no es la recogida de las setas, sino su comercio. Mientras tanto, el Departamento de Medio Ambiente de la Generalitat se limita a vigilar con agentes rurales y de los Mossos d'Esquadra que los boletaires de fin de semana no destrocen la hojarasca del sotobosque con utensilios prohibidos, como los rastrillos, cuya utilización para buscar setas degrada profundamente el manto superficial de los bosques y además destruye el micelio (una especie de red subterránea de filamentos a partir de los cuales nacen las setas), por lo que en años sucesivos se pierde su producción.
Para prevenir este tipo de estragos, algunos ayuntamientos, como el de Araòs, en el Pallars Sobirà, y Bonansa, en la Ribagorza oscense, cobran desde hace unos diez años una tasa por coger setas en sus bosques comunales. El alcalde del municipio leridano, Josep Poch, reconoce que es muy difícil controlar a todos los buscadores, entre otras cosas porque existen muchos accesos al bosque y la mayoría de los boletaires tratan de eludir el pago de los cinco euros que dan derecho a recoger un máximo de 15 kilos de setas por persona. 'No tenemos suficiente personal para controlar la recolección de setas. Si los forestales cogen a alguien sin billete, le obligan a comprarlo, y sólo multan a los reincidentes', señala Poch. Sus vecinos de la población de Ainet de Besan también estudian implantar un peaje similar para evitar los problemas que la masificación supone para los bosques.
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