Fiscalidad a discreción
El retraso de la recuperación de la actividad económica ha vuelto a centrar el debate en la política fiscal, sobre todo por la inminencia de elecciones del mid-term y el riesgo de conflicto bélico.
Por primera vez en cinco años, las cuentas públicas de EE UU arrojan un saldo negativo. El déficit público en el año fiscal 2002, que se cerró en septiembre, ascendió a 160.000 millones de dólares (el 1,6% del producto interior bruto), tras un superávit de 1,3% en 2001 y del 2,4% en 2000. La deuda pública, tras haber reducido su peso en el PIB en más de diez puntos porcentuales en los últimos años seis años, habría aumentado casi tres puntos porcentuales en 2002. Estas cifras ponen de manifiesto un notable deterioro de las cuentas públicas. ¿Se explica el regreso del déficit por la recesión? Según las estimaciones de la Oficina del Presupuestos del Congreso (CBO), sólo lo hace parcialmente. Los estabilizadores automáticos apenas han contribuido a explicar la tercera parte del deterioro observado; por tanto, el resto debe considerarse estructural, entre cuyos factores destacan los cambios legislativos introducidos a partir de 2001: recorte impositivo, medidas 'de urgencia' tras el 11-S y el aumento de las prestaciones por desempleo.
El impulso fiscal en la reciente desaceleración de la economía ha sido inusual por su dimensión y por la rapidez con que se ha producido
El papel de la política fiscal ha sido distinto al de anteriores recesiones. Los estabilizadores automáticos han supuesto un estímulo bastante limitado, mientras que el estímulo fiscal discrecional ha sido ciertamente inusual, por su magnitud, duplicando por ejemplo al de la recesión de principios de los ochenta. También ha habido diferencias en la respuesta temporal. En esta ocasión la política fiscal reaccionó rápidamente, tan sólo cuatro meses después del inicio de la recesión.
En definitiva, EE UU ha abandonado la austeridad presupuestaria justificada por algunos, dado el contexto de desaceleración y en la medida que pueda contribuir a reducir la probabilidad de caer en un escenario de deflación. La clave, sin embargo, está en cómo evolucionará a corto y medio plazo. Un mayor déficit a corto plazo (2003) no es descartable por dos motivos. Primero, la posibilidad de que finalmente haya guerra, cuyo coste para Estados Unidos podría superar con creces al de la guerra del Golfo, dado lo corto de la contienda y la importante participación de los aliados en su financiación. Y segundo, el resultado de las elecciones de noviembre. Un resultado que diera la mayoría a los republicanos en ambas cámaras elevaría la probabilidad de que se produjera un nuevo recorte impositivo. A medio plazo, esta estrategia plantea notables riesgos sobre las cuentas públicas, y además los tipos de interés podrían verse presionados al alza, lo que podría afectar negativamente al crecimiento.
Sonsoles Castillo es economista del Servicio de Estudios de BBVA.
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