_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los porqués del 11-S

En 1945, el presidente Roosevelt sienta las bases de la cooperación con Arabia Saudí y la constituye en el aliado privilegiado de Estados Unidos en Oriente Próximo. A partir de entonces, el fundamentalismo religioso, inseparable de la familia Al Saud, que da su nombre a gran parte de la península Arábiga, se convierte de manera subterránea, pero capital, en componente decisivo de la estrategia geopolítica norteamericana en su lucha contra el comunismo. La convergencia de esta estrategia con los determinantes esenciales de la ideología de Osama Bin Laden -integrismo islámico y anticomunismo radical- explican su coincidencia objetiva con la política de EE UU, que se traducirá en la frecuente participación de ambos en numerosas acciones concretas durante las dos últimas décadas. Esta consideración, más relevante que la incorporación de la familia Bin Laden, primero al Grupo Carlyle y ahora al Fremont, ambos bajo la influencia del clan Bush, es lo que hace de Osama no un agente de la CIA, como con frecuencia se pretende, sino un aliado permanente, aunque con espacios de autonomía que llegan en ocasiones a contradecir frontalmente la línea principal. A mediados de los años ochenta, Osama Bin Laden se incorpora a la guerra santa contra la Unión Soviética en Afganistán, como proveedor de armas y dólares destinados a la Yihad, y hace gran amistad con Gulbudin Hekmatiar, jefe del Partido Islámico y uno de los principales soportes norteamericanos en Afganistán. Esta amistad refuerza sus contactos con el servicio secreto paquistaní (ISI) y le acerca al presidente Zia Ul Haq y a la CIA. El alineamiento incondicional de Bin Laden con los muyahidin es simultáneo de la decisión que toma Ronald Reagan en el mismo sentido. Como relatan Peter Franssen y Pol De Vos (Le 11 septembre, Editions EPO, 2002), la CIA, el MI6 británico y el ISI paquistaní deciden golpear a la URSS en una de sus áreas mas frágiles: Uzbekistán y Tayikistán. William Casey, director de la CIA, y el presidente Ul Haq son los promotores de la operación, y Hekmatiar, su ejecutor. Cerca de 40.000 integristas islámicos de más de 40 países se integran en las fuerzas de los muyahidin, reciben formación político-religiosa en las madrazas e instrucción militar en los campos de entrenamiento. Bin Laden, muy activo en todo este proceso, aprovecha la oportunidad para crear, de acuerdo con la CIA, la red Al Qaeda en 29 países. Cuando las tropas soviéticas abandonan Afganistán en el verano de 1988, el país entra en un periodo de fuerte inestabilidad con la persistencia de un Gobierno procomunista y la multiplicación de los conflictos entre los jefes guerreros anticomunistas, que Hekmatiar no logra dominar. Pero los intereses petrolíferos de Estados Unidos en la zona exigen que se busque otra solución susceptible de estabilizar la situación en Afganistán y comenzar la construcción del oleoducto. Esta solución se llama talibanes, que son una auténtica creación de Pakistán, de su servicio secreto y de la CIA. En efecto, más del 50% de las tropas y del armamento de los talibanes provienen del Ejército paquistaní y la casi totalidad de los recursos financieros son obra de Arabia Saudí y de otros países del Golfo. Estados Unidos toma abiertamente posición a favor de la nueva opción y Bin Laden abandona a su amigo Hekmatiar y se pasa a los talibanes, ofreciendo al mulá Omar tres millones de dólares y una de sus hijas como esposa. Pero la campaña militar contra la Alianza del Norte se estanca. Ésta vuelve a recuperar posiciones y Estados Unidos, que se impacienta, quiere imponer un gobierno de concentración nacional en el que participen todas la fuerzas en presencia. Pero esto impediría la creación de un Estado fundamentalista, por lo que Omar y Bin Laden se oponen, mientras los norteamericanos amenazan con una guerra inmediata cuyo plan queda ultimado a principios de septiembre. El ataque a las Torres Gemelas, y al Pentágono, su porqué, es la reacción de Bin Laden para perturbar ese plan al sentirse traicionado. Ahora bien, la asociación Bin Laden-EE UU no se había limitado a Afganistan, sino que había tenido también como escenarios Bosnia -que por presión de la CIA concedió a Bin Laden un pasaporte en 1993-, Kosovo, Macedonia, Albania y Chechenia. Por lo que, según el servicio secreto ruso (FSB), la alianza entre Bin Laden y Estados Unidos en su ayuda conjunta a los terroristas / nacionalistas chechenos ha continuado después del 11-S, lo que prueba el primado del terrorismo como dispositivo bélico y su inevitable institucionalización.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_