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Necrológica:NECROLÓGICAS
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Juan Sebastián Laboa, nuncio en Panamá y Libia

'Un gran servidor de la Santa Sede'. Con esta frase lapidaria define la trayectoria del arzobispo Juan Sebastián Laboa Gallego, nuncio del Vaticano en Panamá, Paraguay, Malta y Libia, su amigo y paisano el historiador guipuzcoano José Ignacio Tellechea Idígoras. Monseñor Laboa, que falleció ayer en San Sebastián a los 79 años de edad, saltó de la discreción proverbial de los diplomáticos vaticanos a los noticiarios en las navidades de 1989, cuando el general Manuel Antonio Noriega se refugió en el edificio de la nunciatura en Panamá, huyendo de los marines norteamericanos que habían invadido semanas antes el país centroamericano. El nuncio resistió el asedio y las fuertes presiones de Washington para que entregara al mandatario fugitivo, acusado de narcotráfico, y convenció a Noriega para que se pusiera en manos de la justicia estadounidense.

Nacido en Pasajes de San Juan (Guipúzcoa) en 1923, Laboa realizó sus estudios eclesiásticos en los seminarios de San Sebastián y Vitoria y tras ordenarse sacerdote en 1949 se doctoró en Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana de Roma. Inmediatamente fue incorporado a la curia vaticana, donde trabajó en distintas congregaciones. Como secretario particular del cardenal Caetano Cicognani participó en el cónclave que en 1958 eligió papa a Juan XXIII. Tres años antes había acompañado al entonces cardenal Angelo Roncalli en un viaje privado que realizó por España y en el que se hospedó en su casa familiar de Pasajes. Laboa vivió hondamente la renovación del Concilio Vaticano II y en los años setenta, desde la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, desarrolló delicadas misiones de mediación con las iglesias y los Gobiernos de una América Latina sacudida por la injusticia social, dictaduras y movimientos insurgentes.

Hombre de acción y de diálogo, a un tiempo campechano y reservado, los buenos oficios de Laboa fueron reconocidos en 1983 por Juan Pablo II con su nombramiento como nuncio en Panamá, tras ser ordenado obispo. Poco después de la entrega de Noriega pasó a la nunciatura de Paraguay, donde a los pocos meses se produjo la caída del general Alfredo Stroessner.

Cinco años más tarde fue nombrado nuncio en Malta, lo que se interpretó precipitadamente como un paso atrás en su carrera, hasta que se conoció, en 1997, su papel en el restablecimiento de relaciones entre el Vaticano y la Libia de Gaddafi. Ese mismo año se le detectó el cáncer que ha terminado con su vida. Jubilado hace cuatro años, al cumplir los 75, siguió desarrollando diversas funciones en la Santa Sede. Distinguido con numerosas condecoraciones españolas y extranjeras, Laboa recibió en 1997, junto a Eduardo Chillida, el premio Vasco Universal. Y aunque era seguidor de la Real Sociedad, casó al bilbaíno Julen Guerrero.-

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