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Crítica:EMOCIONA!!! | JAZZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hierba recién segada

Comenzó el quinteto de Frisell con una especie de nana para murciélagos, amorfa y un tétrica, pero, dormidos los bichos alados, el guitarrista inyectó un vigoroso latido rítmico hasta que su música alcanzó la altura de un himno con aroma a hierba recién segada. Según dominaran las cuerdas de violín y guitarra o la percusión africana, el grupo tomaba la ruta del protagonista de la película París, Tejas o la del antiguo rally París-Dakar. Dio la sensación de que seguían un mapa sonoro sin fronteras.

Quizá la trompeta de Ron Miles (ausente por enfermedad) le hubiera dado a la música un aire todavía menos estable, pero su falta no privó de giros insospechados en torno a formas y espacios volátiles. Admiro la sensación de movimiento del grupo siempre seguro de tener una meta celestial a la vista. Cada instrumentista sabía que tocar al mismo tiempo no equivale a tocar juntos, y todos acordaron abrazar sus respectivos sonidos en una baldosa de 20 por 20. Y eso que el origen académico de la excelente violinista Jenny Sheinman le obligó a tirar de manual para hacer un solo lleno de cordura y sensatez sobre un blues en el que, justo después, Frisell manifestó su maravillosa paranoia armónica, un mágico mal selectivo que parece afectar sólo a los músicos originales. En general, el guitarrista estuvo generoso en acordes bruñidos y flotantes.

Bill Frisell quintet

Bill Frisell (guitarras eléctrica y acústica), Jenny Sheinman (violin), Tony Scherr (contrabajo y guitarra), Kenny Wollesen (batería) y Sidiki Camara (percusión y voz). La Abadía. Madrid. 22 de octubre.

Piezas originales y un recuerdo a la banda sonora de Pat Garrett & Billy The Kid conformó el grueso del exquisito concierto. Para el final, Frisell se reservó el tema de Dylan, The times they are a-changin, y, ya en la propina, una pieza de Burt Bacharach, What the world needs now is love. El desprejuicio olímpico del guitarrista daba para machacar ésa y cualquier otra aparente incongruencia. Claro que, como apoyo, contaba con el batería Kenny Wollesen.

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