'En la literatura española falta cuerpo'
Reiniciación. Exploración. Son las palabras clave en la actual vida literaria de Vicente Molina Foix (Elche, 1949). Un cambio que este poeta novísimo ha impulsado desde hace dos años haciendo de todo: una película, Sagitario; unas memorias, El novio del cine; una reposición de su adaptación de El mercader de Venecia, de Shakespeare, y su primera pieza teatral como director, Lenguas de plata. Y entre medias, su octava novela, El vampiro de la calle Méjico, con la cual ha obtenido el Premio Alfonso García Ramos de Novela 2002. Aunque la verdad es que la génesis de esta obra se remonta a 1997 y su forma era el ensayo. Un relato en el que reflexiona sobre la iniciación y las búsquedas del amor, la sensualidad y la imagen-identidad sin fronteras de sexo.
PREGUNTA. Poesía, teatro, cine, novela, crítica, no para.
RESPUESTA. En España hay una especie de maldición a quienes abordamos diferentes registros, mientras que en otros países esto no despierta ninguna curiosidad. Es que hacerlo no significa tener ni más ni menos talento. En mi caso responde simplemente a una faceta de curiosidad como lector o espectador aplicada a lo que hago. Me gusta esta pluralidad de formatos y me siento a gusto en cada registro.
P. Ha dicho que El vampiro de la calle Méjico es su novela más madura.
R. He trabajado cinco años en ella y tiene una escritura en dos tiempos. Una novedad de trabajo muy positiva. Empecé a escribirla en 1997 en Venecia, luego paré y la retomé el año pasado. La experiencia de revisarla con distancia fue extraordinaria. Aquí se se hace evidente el cambio que ya iniciaba en La mujer sin cabeza, mi anterior novela. Está más cristalizado, cambio de voz narrativa, de temperatura narrativa más bien. De alguna manera es un libro en el que por primera vez me enfrento a una serie de elementos morales, narrativos y formales que no había abordado por falta de madurez o amplitud de mirada como son la pasión amorosa y el daño amoroso. El que nos hacemos unos a otros en el proceso de la pasión.
P. Uno de los temas literarios de siempre.
R. Es que la experiencia del daño amoroso mutuo sin querer es algo presente en mi vida y en la de todos en general. Era un tema sobre el que venía reflexionando; por eso durante el proceso de creación de la novela fui descubriendo más aspectos sobre el mismo. Fue revelador. Ahondé en las nociones de la belleza, el deseo, la culpa, la pasión, el placer y la sensualidad, todos constitutivos del tema del amor. Así resulta ser una recopilación de experiencias mías, de amigos y conocidos, al igual que de textos que he leído de otros autores.
P. La presencia de Platón se deja entrever en las teorías del filósofo sobre el amor como impulso hacia la belleza, pero también como trampa de la sola contemplación de lo bello y de la búsqueda del ideal.
R. Sí. No es gratuito que Juan Borrás, el protagonista, sea un buscador de lo bello, del amor, un vampirizador de sus amantes y amados, y a su vez sea un restaurador de arte, de la belleza dañada del pasado. De ahí surgen dos metáforas: una es la de los mosaicos, que a él tanto le gustan, y que él mismo sea un mosaico humano, al ser el resultado de lo que han hecho de él sus víctimas amorosas, lo que somos todos un poco. Y por otro lado, la belleza dañada y restaurada y la búsqueda de superar humanamente esos daños. Como las enseñanzas de Platón, Juan tiene una aspiración a lo bello. Sólo que él lo busca desde la sensualidad, y es a través de ella que entra en el amor, y lo encuentra y lo descubre, sin ninguna predestinación. Es la sensualidad como motor, porque hay que vivirla sin restricciones sexuales ni nada.
P. Un tema poco abordado en la literatura española.
R. En la literatura española falta algo de cuerpo, de corporalidad. Libros amorosos hay más. En francés, por ejemplo, hay más novelas en las que la presencia del cuerpo es importante. Aquí no. Por eso dentro de mis exploraciones como escritor he querido hacer una novela donde la presencia física, de lo corporal, fuera básica para la historia y la narración.
P. Acompañado de dos de sus parejas literarias: amor-dolor y tragedia-humor.
R. Creo que soy un escritor cuyo bajo continuo es el humor. Es algo que valoro como elemento esencial. Yo mismo me enfrento a la vida con gran humorismo. Es un registro en el que me siento a gusto, aquí el espíritu de la comedia he querido hacerlo explícito en un relato de tragedia, de drama, con episodios cómicos, que aun con tragedia contiene comedia. Como lector y escritor me gusta la delgada y peligrosa línea entre la seriedad y la comicidad. Me gustan las novelas en las que el autor puede expresar lo más hondo desde el finísimo hilo del humor.
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