Capra
De las declaraciones de Álvarez Cascos sobre el encarecimiento de la vivienda, y del apasionado fandanguillo con que Zaplana las secundó en el programa de Iñaki, deduzco que ambos ministros habitan, además de en sendas buenas casas, en el interior de una película de Frank Capra, posiblemente ¡Qué bello es vivir! Servidora, carne de alquiler hasta hace tres años, y obligada a comprar porque los alquileres están por las cúpulas, soy una privilegiada. Es decir, pude meterme en una hipoteca de esas que sabes que hasta en tu lecho de muerte, en lugar de pedir un cura (¿o por qué no un cardenal primado, dado que España va tan bien y los primados acuden a justificar la comisión recibida allá donde les llaman?), pediré que me den la cifra de lo que me queda por pagar.
Siendo una privilegiada, aún no he podido liquidar la hipoteca del piso que adquirí hace tres años. Eso sí: si lo vendiera ahora, cualquier inmobiliaria carroñera me daría el doble. Lo que ocurre es que debería pagar lo que queda de hipoteca y con el resto meterme en otro piso que ya cuesta el triple.
Y todo ello, ¿por qué? ¡Cantemos unidos la consigna! ¡Porque el nivel de renta de los ciudadanos ha mejorado! Pues sí. El de unos cuantos ciudadanos. Porque la inmensa mayoría se mata a trabajar para pagar la susodicha dolorosa bancaria; hay jóvenes, a puñados, que no saben ni sabrán nunca lo que es tener una vivienda (ni de alquiler, ni comprada) propia, para ellos solos, para su intimidad, para su crecimiento personal.
Crecí en una España en donde el realquiler, el hacinamiento, eran moneda corriente entre quienes no especulaban con viviendas. Envejezco en una España, la España que va bien, en donde quienes especulan con viviendas quieren a los otros empeñados hasta el cuello. Codicia, avaricia y explotación ni son nuevas ni me sorprenden. Lo que me indigna es que, después de habernos escandalizado tanto con pasadas corrupciones, aguantemos como cabritos a esos tipos que con una mano sacuden la democracia, mientras con la otra mantienen su Ley del Suelo.
Váyanse de una vez, señores. Tan pronto como podamos. Que con una de Capra cada año, por Navidad, tenemos más que suficiente. Y estéticamente, sin comparación.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.