Vivienda, escuela y urbanización
Ya aparecen los primeros síntomas de furor electoralista, que, de momento, sólo pueden entenderse como una simple propaganda general de cada partido, más que como anticipaciones programáticas referidas a los tres ámbitos territoriales en que han de clasificarse en las próximas elecciones. Espero que pronto se perfilarán y podremos ir a las urnas conociendo las propuestas concretas para el municipio, la autonomía y el Estado. De momento, las declaraciones tienen muy poca envergadura y se limitan a conceptos generales, que no comprometen a nada. Todos afirman querer lo mejor para una Cataluña no periférica -¿qué se entiende por periferia?- en una España plural -adjetivo que puede interpretarse de tres maneras distintas y hasta contradictorias-, con mejores infraestructuras -¿según la radialidad del centralismo madrileño o con el protagonismo de la periferia?-, y lo acompañan con buenas intenciones referidas a temas concretos, como el aeropuerto, la alta velocidad, el Fòrum de les Cultures, las depuradoras, el metro, etcétera, intenciones que, si no se concretan en datos técnicos y programáticos, sirven para muy poco.
En los discursos de algún partido, aparecen alusiones a temas que comportarían una toma de posición política y que podrían ser los que en las horas electorales definieran sus compromisos respecto al futuro de Cataluña: iniciar una definitiva libertad de decisiones nacionales -en una línea parecida a la de Ibarretxe-, corregir el desequilibrio fiscal, estabilizar la lengua y la cultura, rehacer la política social, reordenar políticamente el territorio y todos los que están pendientes desde hace años. Pero nadie precisa ni la gestión ni el calendario. Los partidos de la oposición, por lo menos, han insinuado ofertas de soberanía, sugerencias de federalismo, aunque sin demasiadas precisiones ni consensos claros dentro de los mismos partidos. Pero, en cambio, el Gobierno aplaza las decisiones para la próxima legislatura, prolongando así una espera infecunda.
Más interesados en las elecciones que en la política, los partidos se empeñan en situarse en una nebulosa ambigüedad, convencidos -¡grave error!- de que así recogerán los votos de los que ni piensan ni opinan. Pero hay algunos problemas -a la vez de generalidad política y de precisión urgente- cuya solución es reclamada incluso por la ciudadanía más despolitizada, que afectan simultáneamente al municipio, a la autonomía y al Estado, y que por lo tanto pueden ser discutidos ahora, en esa fase previa, porque pertenecen a los tres ámbitos territoriales. De éstos, los más evidentes -y los que, además, señalan direcciones políticas que se aplicarían a otros temas- son la vivienda pública, la enseñanza y la política territorial ante la abusiva ocupación del suelo. Si los políticos no se pronuncian ya, en el furor preelectoral, sobre estos problemas, habrá que promover una campaña por la abstención como repulsa a los partidos sordos y mudos ante los problemas reales.
En la mayoría de los países europeos, el porcentaje de vivienda pública con bajos alquileres alcanza más del 20%. En Cataluña está alrededor del 2%. Con estos datos, no hace falta preguntarse la causa de uno de los conflictos sociales más crecientes: los sin techo, el exilio de la población joven hacia los suburbios, el hacinamiento, la delincuencia, las tribus urbanas, los guetos callejeros. ¿Cuál ha sido hasta ahora la política de vivienda en Cataluña? Nula. No se puede seguir con el mutismo vergonzoso ante la gravedad de la situación. Hace pocos días, Maragall ha propuesto soluciones concretas, pero esperamos el consenso socialista y la voz de otros partidos.
Desde hace unos años la calidad de la enseñanza pública se está degradando porque algunos grupos de élite están interesados en ello y porque a la mayor parte de los políticos les parece más fácil subvencionar que promover bajo su responsabilidad. Mientras todavía hay escuelas en barracones, se subvencionan las escuelas privadas, de las cuales la mitad son directa o indirectamente confesionales. Y crecen los déficit en la formación del profesorado, en los instrumentos pedagógicos y, en consecuencia, en el alcance de la autoridad basada en la calidad y la igualdad. Casi todos los políticos -de derecha o de izquierda- parecen estar de acuerdo con esta grave injusticia e incluso mandan a sus hijos a las escuelas privadas. Por lo menos, los de izquierda tienen la obligación de definirse -si los objetivos de igualdad siguen en sus programas- con datos científicos, propuestas económicas y programas temporales. Pero, de momento, sólo veo propósitos indescifrables.
En los últimos 20 años el terreno urbanizado en Cataluña se ha doblado, a pesar de que la población no ha crecido y el turismo no alcanza a justificarlo. La excesiva autonomía de los ayuntamientos -o la corrupción más o menos encubierta- ha permitido esa ocupación exagerada que está destruyendo paisajes y que ha tergiversado las exigencias geográficas. La política territorial de la Generalitat no ha intentado ni siquiera frenarlo: desaparición de paisajes, suburbialización de las ciudades, desastres ecológicos, anulación de escorrentías que acaban produciendo graves inundaciones. ¿Qué proceso especulativo mantiene esa paradoja? ¿Y qué dicen los partidos de izquierda ante esos desastres?
Dado que, de momento, los programas son tan delicuescentes, si, por lo menos, supiéramos qué piensan y qué proponen los partidos políticos sobre estos tres temas, empezaríamos a ver un poco claro y nos sería más fácil discernir entre la derecha y la izquierda desde esa fase preelectoral.
Oriol Bohigas es arquitecto
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