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Reportaje:

Bonos de empresas mejor que acciones

La deuda empresarial ofrece a los inversores elevadas rentabilidades con menor riesgo y volatilidad que la renta variable

Los bonos de empresas también han sufrido la debacle de los mercados. La caída de sus precios ha elevado las rentabilidades de estos títulos que ahora ofrecen elevadas ganancias, muy superiores a los de la deuda pública. Es un tipo de inversión distinta a las acciones. En los bonos el riesgo es menor, también la volatilidad es más baja, aunque la ganancia se encuentra más limitada. Eso sí, serán los primeros en reaccionar cuando llegue la recuperación.

Existen riesgos, pero es difícil pensar que empresas semipúblicas como Deutsche Telekom o France Telecom no paguen
Las bajadas de calificación ('rating') han provocado ventas masivas que no se justifican con la marcha de algunas compañías

A la hora de asumir riesgos en la marcha de las compañías, los inversores tienen dos opciones. Pueden acudir a la Bolsa para comprar acciones o decidirse por adquirir los bonos que estas compañías han emitido para financiarse. Ambas opciones han sido duramente castigadas, aunque mucho más las acciones. El castigo en los bonos se concreta en que esos títulos se negocian a un precio inferior al que fueron emitidos. Si, por ejemplo, un bono se vendió a 60 euros, ahora se puede encontrar en el mercado por 56 euros. Cuando este bono termine su vida prevista, la empresa deberá devolver los 60 euros que le prestó el ahorrador.

Este desajuste entre el precio del bono se refleja en una jugosa subida de su rentabilidad. Así, actualmente, el inversor puede encontrar en el mercado, bonos del fabricante de automóviles Ford con vencimiento en 2004 que ofrecen una rentabilidad cercana al 8% anual, cuatro puntos por encima de lo que obtendría si invirtiese en deuda de Estados Unidos a idéntico plazo. Sin ir tan lejos, en el mercado español, Telefónica ofrece una rentabilidad de 1,45 puntos superior a la deuda española en una emisión con vencimiento en 2005. También Repsol ofrece 6 puntos más de ganancia que la deuda española.

Hay casos más llamativos, aunque también con un riesgo más elevado. El diferencial de la firma Vivendi respecto a la deuda francesa llega hasta los 15 puntos y en Ericsson o Alcatel se coloca en zona de los 20 puntos de rentabilidad superior a la que abonan los seguros bonos públicos.

Por ello, dentro de estas emisiones de alto rendimiento se establecen distintos niveles de riesgo, de acuerdo con la previsible marcha de las compañías y su nivel de endeudamiento. Es evidente que utilizando el ya viejo aforismo monetario nadie da duros a peseta. Estas mayores rentabilidades se justifican también con riesgos mayores. Ahora bien, como ha ocurrido en la Bolsa, los mercados han reaccionado con exceso a noticias empresariales que han provocado el hundimiento del precio de sus bonos y el alza generosa de sus rentabilidades. Y es que, al margen de la marcha de las compañías hay también un efecto propio de los mercados, basados en la simple ley de la oferta y la demanda. Cuando se baja el rating (calificación) de algunas emisiones, inmediatamente muchos gestores se ven obligados a venderlas por cuanto no responde a la calidad crediticia que exigen a su cartera. Unas ventas que provocan esa caída en el precio del bono.

Sin embargo, existen empresas que, en algunos casos, siguen respaldadas por capitales públicos que, en último extremo, acudirán a atender los pagos comprometidos. Estos son los casos, por ejemplo, de Deutsche Telekom o de France Telecom que difícilmente desatenderán los cupones de sus bonos y el principal invertido.

Medir el riesgo

Silvia Marengo, analista corporativo y gestora de fondos en la firma suiza Clariden Bank apunta que este fenómeno de elevadas rentabilidades en los bonos corporativos comenzó primero en las empresas de telecomunicaciones, pero que se ha ido extendiendo a otros sectores empresariales. 'Hay que medir el riesgo y estar atento a la evolución de las empresas. Sin embargo, yo me encuentro muy a gusto con bonos de Deutsche Telekom o de Ford en la cartera de mi fondo ya que actualmente ofrecen una elevada rentabilidad y sus pagos están prácticamente garantizados. Cosa distinta es la situación de los bonos de Fiat que aunque también son muy rentables pueden deteriorarse más por la crisis que acutalmente atraviesa la compañía'.

Para esta experta, el inversor en bonos debe plantearse cuál es el peor escenario donde la empresa no pueda atender el pago de sus intereses ni el del principal de la emisión, mientras que el inversor en acciones piensa más en el potencial de subida del título. 'Hay que fijarse tanto en el nivel de endedudamiento como en la estrategia prevista por la compañía. Siempre puede haber sorpresas como el caso de la aerolínea Swissair, pero hay numerosas compañías con alto rendimiento cuyo riesgo de impago está muy controlado'.

Son varias las ventajas que en el momento actual destaca la analista y gestora de Clariden Bank respecto a las acciones. En primer lugar, apunta que los bonos reaccionan antes que las acciones cuando llegue la recuperación de las cuentas de las compañías, tal y como ha ocurrido en otros ciclos. Además, estos bonos al estar sujetos casi exclusivamente a la marcha de los tipos de interés no sufren sobrevaloraciones tan importantes como las acciones. Una ventaja que se convierte en contrariedad, ya que en teoría la subida de las acciones es ilimitada, mientras que en los bonos está mucho más aquilatada.

La limitación de la ganancia implica un riesgo menor de los bonos. Su oscilación en el precio (volatilidad) resulta también menor respecto a las acciones que permite una compraventa más tranquila en los mercados. Por último, Silvia Marengo también destaca que se trata de una inversión a plazo más cierto. Saber actualmente cuándo se producirá la recuperación de las acciones es difícil, sin embargo, el vencimiento de una emisión es bien conocido por el inversor, así como la fecha de cobro de los cupones.

En este sentido, la estategia a la hora de elegir el plazo de una emisión concreta es decisiva. Lo más interesante es adquirir bonos que tengan un vencimiento cercano en el tiempo, como máximo hasta el 2006. Con plazos más largos, las incertidumbres aumentan y las ganancias que actualmente ofrecen estos títulos se pueden terminar perdiendo. Unas inversiones no exentas de riesgo pero que, hoy por hoy, se ofrecen como una oportunidad interesante para los inversores que creen que todavía no es el momento de las acciones.

El 9% de las emisiones más especulativas no han pagado a sus bonistas

El riesgo de impago es el principal quebradero de cabeza de los inversores en bonos. De acuerdo con los distintos riesgos, en las emisiones más especulativas, calificadas por la firma Standard & Poor's, el 8,93% no pudo atender a los pagos de su principal o de los intereses de la emisión. Una cifra que puede servir de orientación, pero que debe pasar por el tamiz de que en Estados Unidos se produjo un aluvión de emisiones de compañías tecnológicas y de Internet que captaban con facilidad capitales.

Eso sí, en Europa los impagos han sido mucho más infrecuentes. Aunque actualmente el mercado se encuentra en sus máximos históricos de impagos en los títulos más especulativos, se han conocido periodos más críticos. Para compañías de calificación crediticia similar, el récord de impagados se produjo en julio de 1991, donde casi 13 de cada 100 emisiones entraron en el grupo de fallidos. Unas estadísticas que no ocultan, sin embargo, que en este año compañías muy sólidas se vean agobiadas por la deuda lanzada en tiempos de mejores perspectivas económicas.

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