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VISTO / OÍDO
Columna
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La paz social

La pareja de guardias -guindillas, por el color del galón de su uniforme- charlaban con el sereno en la noche madrileña de La verbena de la Paloma. Hablaba el sereno con su acento gallego: '¡Cómo está la pulítica!', y le contestaban: '¿Y la custión social?'. Pasan siglos: los guardias son hercúleos mozos con porras de pegar de verdad si la cuestión social rompe la paz (no ha pasado), los serenos han desaparecido, y el Gobierno, los sindicatos y los empresarios mantienen la 'paz social', otro dicho de entonces (un semanario se llamó así): lo empleaba Abc para señalar el noble gesto de su Gobierno por 'recuperar la paz social', como si se hubiera perdido por una huelga y una manifestación.

El sindicato vuelve a ser el demonio. O dos demonios que despiertan de su letargo: las banderas rojas fueron muy señaladas en la Gran Vía y lo peor para estos adeptos -o adictos- debía de ser la bandera republicana, que me encontré con mucho gusto cuando salía de mi trabajo en la cadena SER.

Cuidados, ordenados, desfilaron los trabajadores y no pasó nada. Podía haber pasado. Hay países (¿cuáles serán?) donde los poderes colocan infiltrados, adiestrados en vociferación, con piedras en los bolsillos y quizá alguna pistola, que destruyen el orden para luego poder acusar a los rojos. ¡Hubiera sido tan fácil! ¿Por qué no pasó? Porque el Gobierno, que se había apresurado al 'decretazo' hasta el punto de que se está cumpliendo ya, se dio cuenta de que era insoportable; y que la paz social no se había roto pero podrá llegarse a romper. Hizo los cambios que 'acercan la paz social', titulaba el otro periódico gubernamental de Madrid.

Hablando un día con Rato, ante micrófonos, cité los periódicos gubernamentales y él me dijo que no sabía que los hubiera: le dije que se los podía enumerar, y cambió de conversación. Un periódico gubernamental no pertenece al Gobierno, como aquella 'prensa del movimiento', sino que sigue al Gobierno y aplaude lo que haga; a veces, con alguna columnilla crítica.

Ha sido una manera propia del periodismo. Le Temps, gran diario de París, apoyaba a cualquier Gobierno de Francia. Tan bandido que apoyó la ocupación alemana y el Gobierno de Pétain, y a la liberación lo cerraron y lo sustituyó Le Monde. No es por lo tanto extraño que los dos periódicos gubernamentales de Madrid acudan a 'la paz social': los trabajadores amenazan y el Gobierno se vuelve atrás para evitar la revolución. Imagino a Fidalgo en una barricada: se saldría de los adoquines.

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