_
_
_
_
Reportaje:

Un día con sabor inglés en Gibraltar

La Roca recibe cada año a más de dos millones de turistas españoles

Gracias a un tratado que firmó el rey Felipe V hace casi 300 años, los turistas españoles gozan hoy de un par de extraordinarias oportunidades. Viven, primero, en uno de los dos países del mundo desde los cuales se puede viajar a Gran Bretaña andando (el otro es Irlanda.) Y, segundo, pueden viajar al extranjero con la tranquilidad de saber que todo el mundo les va a entender, pero sin la necesidad de atravesar ningún mar.

Ahora queda una pregunta: Gibraltar está a un paso y sí, efectivamente, todo el mundo habla castellano, pero, ¿realmente vale la pena ir? La respuesta es que sí, con tal de que nadie vaya con la idea de tomarse unas vacaciones de un mes. Los 6,5 kilómetros cuadrados del Peñón, casi todos ellos inaccesibles a los seres humanos, no ofrecen lo que se podría clasificar de inagotables posibilidades para el turista. Pero para alguien que esté de visita por la zona, que disponga de un día libre, y que no sufrirá remordimientos de conciencia tras haber pisado aquel rinconcillo de territorio español vergonzosamente cedido a la corona británica en 1713, pasar por alto la posibilidad de disfrutar de las aberraciones históricas, geológicas y sociales que ofrece el Peñón demostraría una lamentable falta de curiosidad.

The Rock, como dicen los ingleses, llama poderosamente la atención de cualquiera que la ve por primera vez, ya sea desde el mar o desde la tierra, desde España o de Marruecos, a unos 20 kilómetros
Espectacular es el viaje en teleférico, temiblemente vertical, a la estrechísima cima del Peñón, donde hay un bar con terraza desde la que se observa la bahía de Algeciras
Más información
SEIS VISITAS MUY CERCANAS

Y de sentido de humor. Debe de haber pocas experiencias en el mundo que cuesten tan poco, pero que, para un viajero español, rindan tanto placer como acercarse a un policía gibraltareño vestido de pies a cabeza de bobby londinense, preguntarle cómo llegar a equis lugar y recibir la respuesta no sólo en castellano, sino en un auténtico e impecable andaluz. Igual de inolvidable resulta la experiencia de subirse a un taxi, ponerse a charlar con el conductor (que casi siempre se llama Paco) y comentar que ya es hora de que los gibraltareños se dejen de tonterías, que reconozcan de una vez que son españoles. Paco, que habla el inglés no demasiado bien y con un fortísimo acento español, se pondrá al borde de la histeria. Si fuese capaz de resistir el impulso de dirigirle una avalancha de palabrotas, de insultos tan atroces que harían sonrojar a su homólogo (y posiblemente primo hermano) sevillano, le expulsaría de manera violenta del vehículo. Porque, con la posible excepción de Margaret Thatcher, o de Tony Blair en tiempos de guerra, no existe en las islas británicas un súbdito de su majestad la reina Isabel II más leal o apasionado que Paco el taxista gibraltareño.

Castillo moro

Las conversaciones con el policía y el taxista son casi obligatorias para el visitante español a una colonia que, según cuentan -orgullosos- los nativos, fue el último refugio de los neandertales antes de que desaparecieran para siempre de lo que ahora llamamos territorio europeo. En cuanto a turismo convencional, Gibraltar ofrece varias opciones difícilmente repetibles, más que nada por la idiosincrática historia del Peñón, en otras partes del mundo. Como una visita al castillo moro, construido en 1333 y convertido hoy en una prisión sobre la cual ondea la bandera británica. Que no debe de hacerle mucha gracia ni al rey Fahd de Arabia Saudí ni a ningún musulmán conocedor de la triste historia de su gente. Para compensar o, más bien, para rematar, el rey mandó construir, en 1997, la mezquita de Ibrahim al Ibrahim, el monumento más imponente del Peñón. Situada en Punta Europa, al extremo sur de la colonia de su majestad británica, la torre blanca de la mezquita se alza sobre la entrada del Atlántico al Mediterráneo como un fino, enorme y orgulloso centinela.

Pero ni la mezquita del rey Fahd puede competir con la imponente majestad del Peñón mismo. The Rock, como dicen los ingleses, llama poderosamente la atención de cualquiera que lo ve por primera vez, sea desde el mar o desde la tierra, desde España o -apenas a 20 kilometros- desde Marruecos. Según cuentan en el Museo de Gibraltar, un día hace 200 millones de años lo que ahora es el Peñón entró en erupción desde el fondo del mar y acabó convirtiéndose en un istmo que unía lo que ahora es la península Ibérica con el continente africano. Así permaneció hasta hace cinco millones de años, cuando el agua del océano occidental rompió la gran muralla y creó una catarata de 3.000 metros de altura, una especie de grifo gigantesco que convirtió lo que había sido desierto en el mar Mediterráneo.

El Peñón en sí no es tan macizo como parece. Posee las condiciones físicas de un enorme queso gruyère. Los soldados británicos construyeron el primer túnel en el siglo XVIII con el objetivo, logrado, de montar cañones capaces de repeler a las fuerzas españolas que atacaban al flanco norte de la colonia. En la Segunda Guerra Mundial se construyeron muchos más, y hoy el laberinto de túneles, que incluye carreteras que atraviesan el Peñón de norte a sur y de este a oeste, tiene una extensión total de más de 50 kilómetros. Y eso sin incluir a la gruta de San Miguel, una profunda y gigantesca caverna que, con sus impresionantes estalactitas y estalagmitas, hace pensar en una catedral de Gaudí (un Gaudí bajo la influencia de drogas alucinógenas).

Igual de espectacular, pero más espeluznante, es el viaje en teleférico, temiblemente vertical, a la estrechísima cima del Peñón, donde hay un bar con terraza, una especie de aguilera donde uno se sienta a una mesa, mueve la cabeza y ve, a un lado, los pequeñísimos barcos del Mediterráneo; al otro lado, más embarcaciones liliputienses, esta vez entrando y saliendo por las aguas atlánticas de la bahía de Algeciras; y al sur, la colonia española de Ceuta. Más que probable, mientras uno bebe una cerveza y reflexiona sobre la vida y la muerte y la vanidad humana, es una visita por parte de uno de los famosos monos del Peñón. Hay 300 hoy en total, descendientes todos de los primeros en llegar a Gibraltar en el siglo XVIII desde África, traídos por los ingleses para poder disfrutar del deporte favorito en aquellos tiempos, la caza. Lo que no es aconsejable es darles de comer o de beber: les fascina, entre otras cosas, la coca-cola. Aparte del peligro que representan sus colmillos de 10 centímetros de largo, tienen fama -merecida- de ladrones. Hay numerosos casos de turistas que se han acercado demasiado a los aparentemente simpáticos monitos y que han pagado con la pérdida de sus bolsas y sus cámaras de fotos.

Safari humano

En cuanto al pueblo de Gibraltar, situado en la ladera noroeste del Peñón, lo más interesante es el safari humano: la extraordinaria mezcla de razas, religiones y culturas. Sólo hay 30.000 gibraltareños, pero es un error pensar que son todos, o siquiera casi todos, de origen español o británico. Un alto porcentaje de la población es de origen genovés; otro, proveniente de la isla de Malta. Hay gente de Malaisia, gente de origen indio. No hubiera habido tanta variedad si los británicos hubiesen respetado una de las condiciones que impuso Felipe V cuando firmó el tratado de 1713, la que insistía en que no se debería permitir 'por motivo alguno, que judíos ni moros habiten, ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar'. Hoy viven 2.500 musulmanes en Gibraltar, y suficientes judíos para justificar la existencia de cuatro sinagogas.

¿Cómo recorrer Gibraltar? Pues el pueblo, o, según el antiguo rey, la ciudad, a pie, en 10 minutos de punta a punta. Pero para ir a Punta Europa, al castillo moro, a los túneles y a la gruta de San Miguel lo mejor, y lo más habitual, es alquilar un taxi por un par de horas. Claro, con una advertencia: que, de la misma manera que no es una buena idea acercarse a los monos, tampoco es aconsejable sucumbir a la tentación de iniciar una conversación sobre el único tema político que interesa a los gibraltareños hasta que se vaya aproximando el fin del viaje. Y definitivamente no tocar el delicado nervio nacionalista de los nativos cuando se está transitando por los estrechos y vertiginosos caminos que serpentean por las alturas del Peñón.

Apes Den (la madriguera de los monos), en las cercanías de la primera parada del teleférico hacia el mirador del Peñón, es un buen lugar para  observar ejemplares de los únicos monos salvajes de Europa.
Apes Den (la madriguera de los monos), en las cercanías de la primera parada del teleférico hacia el mirador del Peñón, es un buen lugar para observar ejemplares de los únicos monos salvajes de Europa.JOSÉ BIENVENIDO

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos

Prefijo telefónico llamando desde España: 95 67. Población: Gibraltar tiene unos 30.000 habitantes.

Dormir

- Rock Hotel (7 30 00). El más famoso, el histórico, con vistas sobre la bahía de Algeciras. La habitación doble, 279 euros.

- Hotel Caleta (7 65 01), sobre el Mediterráneo, al lado de Catalan Bay. 175,11 euros.

- Hotel Cannon (5 17 11). En pleno centro. La doble, 58,30 euros con desayuno.

- Emile Youth Hostel (5 11 06). La doble, 21 euros.

Visitas

- Hay visitas a los túneles en grupos de entre 6 y 15 por unas tres horas, casi todo andando, y cuestan tres euros cada uno. Los organizan las Fuerzas Armadas de Su Majestad. Información: 5 58 42 y 5 32 10.

- La gruta de San Miguel: grupos de 5 a 10 personas. 7,50 euros. Información: 7 35 27 y 5 56 08 o 7 18 71 y 5 51 20.

- El Museo de Gibraltar, donde se puede aprender sobre la historia geológica del Peñón y también sobre el conflicto con España, desde un punto de vista no del todo objetivo, es pequeño, pero a su manera simpático. Cuesta tres euros la entrada, está en el centro, en Bomb House Lane, y abre de 10.00 a 18.00 de lunes a viernes, 10.00 a 14.00 los sábados, y cierra los domingos.

- El teleférico a la cima del Peñón, nueve euros (ida y vuelta)

.Bares

Los pubs ingleses más auténticos y más antiguos de la península Ibérica. Hay muchísimos, pero el Angry Friar (7 15 70), en 287 Main Street; el Bull and Bush (7 29 51), 30 Parliament Lane; el Coach and Horses Bar (7 51 18), 1 South Sheds Place, y el Pig & Whistle (7 61 67), 18 The Watergardens, tienen su gracia.

Comer

- Bunter's Restaurant (7 04 82). College Lane. Lo más fino de Gibraltar, pescado y carne a lo clásico. Precio medio por persona, de 20 a 40 euros.

- Para pescado fresco, lo mejor (con vistas al mar), sobre la pequeña playa (la más grande de Gibraltar) de Catalan Bay: La Mamela (7 23 73). Tapas, unos 15; a la carta, unos 30.

- Para el que desee probar el plato nacional inglés, la comida india, se puede recomendar Viceroy of India (7 03 81), 9-11 Horse Barrack Court. Entre 15 y 20 euros.

Información

- Oficina de turismo de Gibraltar

(7 49 50).

- www.gibraltar.gi/tourism.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_