"¿Y qué tal si juego de medio centro?"
Una osada idea de Pirlo abrió los ojos a Ancelotti para la reconstrucción del Milan
El Milan marcha a paso firme en la Liga de Campeones después de siete años vacíos. '¡Ahora sabemos que somos grandes!', decían los jugadores tras derrotar al Bayern en el Olímpico de Múnich, el martes pasado. Después de una época gris, el legendario equipo lombardo parece recuperar su posición de fuerza. No fue un trabajo fácil para el técnico Carlo Ancelotti (Reggiolo, 1959), que sufrió mucho hasta dar con la tecla que resolvió la confusión que lo embargaba. No consultó un oráculo. No repasó lecciones de trigonometría. Sólo descubrió lo que hace un siglo estaba descubierto: que para formar un buen equipo hay que tener un centrocampista con visión de juego. Se lo dijo Pirlo, un chaval esmirriado de 22 años que en 1999 fue campeón de Europa con la selección italiana Sub'21 y que desde hace unos años parecía olvidado: '¿Y qué tal si juego de regista [medio centro]?'.
Reverenciado en San Siro en su etapa como centrocampista agresivo, táctico, Ancelotti era un ídolo en entredicho. Como entrenador sólo había conseguido subcampeonatos, y en Italia, como dice Marcelo Lippi, 'el que llega segundo es tratado como una mierda'. Ancelotti había quedado segundo en la lucha por el scudetto, cuando dirigía al Juventus, antes de ser contratado por el Milan como solución de urgencia tras el cese de Fatih Terim en noviembre del año pasado.
El equipo no funcionaba. Tocó fondo en el Trofeo Bernabéu, contra el Bayern, en agosto. El Milan fue un desastre, ora catenaccio ora talento sin forma. Ancelotti era todo experimentación. Regresó a Italia muy cuestionado, y así estaba, angustiado, cuando una tarde, en el lujoso centro de entrenamiento de Milanello, la propuesta de un jugador le acabó dando la solución. '¿Y qué tal si prueba a dejarme jugar a mí como regista? Ya lo hice en algunos partidos hace un par de temporadas cuando me cedieron al Brescia, pregúntele a Carlo Mazzone, el técnico'.
El interlocutor de Ancelotti era Andrea Pirlo (Brescia, 1979), un media punta que a sus 23 años mantenía un papel secundario, eclipsado por las estrellas del equipo. Desde que debutara en la Serie A con sólo 16 años en el Brescia, club en cuya cantera se formó, había sido siempre considerado como una de las más firmes promesas de un fútbol italiano que paradógicamente maniataba sus múltiples virtudes con la parafernalia tacticista de sus técnicos. Fichó por el Inter con 19 años pero no jugó demasiado en un equipo que en esa época (temporada 98-99) padecía una crisis de juego descomunal. Tras varias cesiones (Reggina y Brescia) y muy pocas oportunidades la temporada pasada acabó entrando en una operación de intercambio de jugadores con el Milan.
Pero la confianza de Ancelotti tampoco llegaba: Pirlo, un fantasista, parecía difícil de encajar en los rigurosos dibujos tácticos. 'Es muy complicado que Pirlo y Rui Costa sean compatibles', llegó a decir Ancelotti. Y apenas jugaron juntos. Hasta este verano, en el que Ancelotti padeció una especie de ataque de lucidez y probó a Pirlo como medio centro, jugando sólo por delante de la defensa, desafiando las obtusas leyes de los defensores del doble pivote y el pelotazo a ningún lado. Ahora hasta el seleccionador, el tradicionalista Trapattoni, se rinde ante el descubrimiento: 'Tener a Pirlo es como jugar con Zico por delante de la defensa'. Su fútbol aseado, simple, participativo y natural no sólo convenció a su entrenador. Le provocó otro ataque, esta vez de atrevimiento. Regaló a Pirlo mucha gente por delante de la pelota: el ambicioso Seedorf, el rejuvenecido Rui Costa, el desequilibrante Rivaldo, el implacable Inzaghi...
Y así, de casualidad, renació el Milan ante los asombrados ojos de una Italia que ve, por fin, que algo está cambiando en el calcio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.