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CORAZONES DE OTOÑO
Columna
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Los gatos por las liebres

EL NUEVO PROGRAMA de reconciliaciones que presenta Isabel Gemio se llama Hay una carta para ti. En Lo que necesitas es amor el aspirante recibía un vídeo. Aquí, si hacemos caso del título, se supone que recibirá una cosa llamada carta, que es un escrito en soporte de papel, generalmente cerrado, que se envía a una persona para comunicarle algo. Pero todo el mundo sabe -hasta Sánchez Dragó- que leer en televisión es un suicidio. En televisión, los únicos subtítulos tolerables son los del karaoke. Por eso, en el programa hacen ver que hay una carta para ti, cuando en realidad no la hay. El interfecto sí que recibe un sobre, de tamaño grande y sin cerrar, pero en él hay una invitación para ir al plató. Quien lo entrega es un falso cartero: un cartero que peca de auténtico. Por eso, no viste la camisa amarilla opcional que visten hoy en día los trabajadores de Correos. No lleva ese carro que ayuda a que sus cervicales no se hagan papilla por el peso. Carga con la cartera, va en bicicleta, usa gorra de plato, corbata morada, camisa blanca, chaqueta y pantalón gris. Es decir: viste algo parecido al uniforme que vestían los carteros hace muchos años, en esa época que empieza por 'T' y que no quiero nombrar porque, si lo hago, saldrá Victoria Prego de debajo de una piedra y repondrá, una vez más, aquí mismo, uno de sus inolvidables documentales sobre la figura del rey.

Una vez tenemos al sujeto en el plató, la Gemio le explica que hay una carta para él, y le pregunta si quiere abrirla. Pero vean la jugada maestra: en el escenario hay un sobre de madera del tamaño de una cama de matrimonio. Cuando el invitado dice que sí, que quiere conocer el mensaje, el sobre gigante se abre y dentro aparece una pantalla de televisión. Es a través de la televisión que el otro aspirante manda el mensaje. Sería más apropiado que el programa se llamara Hay una carta (de ajuste) para ti, pero no resultaría tan poético. Porque, seamos realistas: un vídeo no queda personal. Parece que con un vídeo te implicas menos. En cambio, una carta es una cosa rara, entrañable, que se nota que te ha costado un esfuerzo.

El sistema Gemio, de hacerse el auténtico para terminar sacando un vídeo, se practica con éxito en otros sectores como la restauración o el teatro de vanguardia. Para vender gazpacho de tetrabrick, no hay como decir que es 'casero'. Para vender croquetas, hay que asegurar que son de 'la abuela', y para vender queso de Burgos fabricado en Alcobendas, no hay como fingir que lo llevas al mercado en una carretilla de madera. La compañía de teatro La Fura dels Baus vende su espectáculo XXX como una superación de la pornografía y una denuncia de la falsa moral. Hasta diciembre, lo verán en Barcelona, A Coruña, Girona, Córdoba, Murcia y Sevilla. Como muy acertadamente argumentan sus creadores, en la obra 'utilizan la pornografía', y eso quiere decir que en el escenario pornografía hay más bien poca, pero en la pantalla gigante que suelen sacar en todos sus montajes ponen vídeos de películas de sexo. ¿Ven qué fácil? Por supuesto, cuando les entrevistan remarcan el número de espectadores que se han ido escandalizados antes de terminar la función. El diario Bild publicó que una quinta parte de los asistentes de una sala alemana despareció a la media parte. Ni por un momento La Fura ha supuesto que los desertores se largasen de puro aburrimiento. Cuando en un partido de fútbol los espectadores nos marchamos antes de que termine es para demostrarle a nuestro equipo que juega mal. Pero 'fútbol es fútbol', como decía el gran Johan, y en cambio los de La Fura son gente moderna. La prueba es que en la obra sale un contenedor. Este fin de semana se han quejado en una entrevista con Ramón Vendrell de que la crítica de Barcelona les ha acusado de timoratos: 'Resulta que los críticos son tan enrollados que habrían hecho una cosa más heavy. Nos gustaría darles dos o tres escenas y decirles: 'Anda, trabajadlas al máximo, llevadlas al límite'. ¡Cielos! Nadie comprende lo transgresor que resulta bajar al patio de butacas a preguntarle al espectador por sus hábitos sexuales, como hacía la mar de bien La Maña. Además, todas las mujeres tenemos que estarles agradecidas por un detalle que demuestra que velan por nuestra virtud. En la obra, dos féminas y un hombre hacen un trío: ellas dos están desnudas pero en cambio él no se quita ni los pantalones. Como debe ser. A ver si ahora, las chicas tendremos tanto derecho a mirar como ellos. Nosotras ya tenemos Sexo en Nueva York.

'¿De verdad que no las has hecho tú?', pregunta una niña al maestro cocinero en ese anuncio de las natillas. A primera vista parece una pregunta salida de un cerebro poco dotado (es evidente que no las ha hecho él), pero no lo es. Esa niña que, de pequeña, no sabe distinguir si unas natillas son industriales o no, de mayor será espectadora de la Fura dels Baus, y se reconciliará con un ser querido gracias a las cartas de Isabel Gemio, que cartas no son. Y, por supuesto, que votará a los de centro.

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