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LA CRÓNICA
Columna
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La bronca de nunca acabar

'Tú eres un chulo de barrio' apostrofaba uno. 'Y tú, de putas', replicaba el otro. Eran las cortesías airadas entre dos consejeros del Valencia CF en el curso de una reunión celebrada el jueves pasado. La sangre no llegó al río, pero el episodio revela el desasosiego que cunde en este equipo directivo que, paradójicamente, protagoniza los años más brillantes de la historia del club. A la luz de tales trifulcas -pues ésta no es nueva e insólita- espanta imaginar qué virulencia alcanzarían si se torciese la actual bonanza deportiva y los partidos disputados se saldasen con sucesivas derrotas y pañoladas airadas del respetable.

Cierto es que, como contrapunto a este paseo triunfal por las distintas competiciones, los aludidos consejeros no ganan para sobresaltos. Bien sea desde las mismas entrañas de la entidad, y más a menudo desde el entorno que le acecha críticamente, apenas pasa un día sin el consiguiente escándalo, o su noticia. Llámese el caso Ypiranga, o Fortes, o Fagiani u otros tanto o más rocambolescos; ya sea por la profusión de querellas, denuncias y contenciosos en curso, sin soslayar la sospecha de enriquecimientos ilícitos, los indicios de prácticas fiscales irregulares y trapisondas varias, lo bien cierto es, repetimos, que no faltan motivos para la sobreexcitación y el enfado de los gestores, así como para el pasmo del universo futbolístico.

El lector tendrá posiblemente su particular y cualificado diagnóstico de este enredo pertinaz y a ratos iracundo que afecta al estamento dirigente de la entidad valencianista como un virus resistente a las terapias o exorcismos. Sabemos, eso sí, cómo se contrajo la dolencia, pues fue Francisco Roig quien lo transmitió en 1994 con el propósito, acaso plausible, de situar el club en una órbita inédita por su ambición deportiva y financiera. El precio de ese salto a la fama -y a la gloria- para codearse con los grandes ha sido la desestabilización permanente, un vivir desviviéndose, tanto mientras él mismo ocupó la presidencia como después y hasta ahora.

Puestos a ensoñar recetas mágicas diríamos que el remedio estaría en hallar un líder incontaminado capaz de concitar nuevas voluntades y postular otras formas de gestión, pues ya está probado que siendo frágil, como el presidente en ejercicio Jaume Ortí, o liviano, como Pedro Cortés, que le precedió, nada se solventa, tan sólo se disimula y aplaza. Pero esa pera en dulce presupone que el clan dominante del accionariado así lo concierte mediante un alarde de desprendimiento, o bien que una ampliación del capital social -tan necesaria en estos momentos para aliviar la tesorería- diluyese ese núcleo duro de accionistas que es, al tiempo, la solución y el problema, aunque más esto que aquello.

No se deduzca de lo expuesto que los rectores del club son gentes malévolas obstinadas en dañar la entidad o hacerse con el botín, por más que algunas señales nos lo permitan barruntar y alguien haya encontrado en esa casa su viático. Sería lo excepcional. La realidad es que se trata de gentes por lo general respetables, ahítas de vanidad y de masoquismo, por partes iguales, pues son capaces de aguantar carros y carretas -incluso el acoso implacable de Ben Laden Roig- con tal de ocupar su sitial en el palco VIP y beneficiarse de una notoriedad que nunca le otorgará su profesión o negocio. Se saben instalados en un panal de rica miel -o eso creen- y están dispuestos a dejarse la piel en defensa de su celdilla. Flaquezas de la naturaleza humana.

Pero de ahí también la dificultad añadida para propiciar una salida a esta crisis incesante que puede culminar en el chocante trance de revalidar el campeonato de Liga, por no hablar de alzarse con la Champions League, y tener empapelados o en el banquillo a todos o buena parte de los consejeros del club. Con la llamativa novedad de que alguno podría ser procesado y condenado por 'jactancia', una rareza penal con visos anacrónicos que, de prosperar, saturaría las cárceles. Pues ni así se van, ni resuelven. Están acomodados en el disbarat, la peculiar vía valenciana al desficaci para el que no se ha encontrado todavía el antídoto.

DEBATES

En vísperas del congreso del PP valenciano, que hoy concluye, el secretario del PSPV, Joan Ignasi Pla, se ha desmelenado con una crítica despiadada y desmadrada a los siete años de gobierno de Eduardo Zaplana. De entre sus andanadas merece subrayarse una propuesta casi temeraria: la de abrir debates con su antagonista, Francisco Camps, en los medios informativos de titularidad pública acerca de los asuntos candentes, como puedan ser la política de trasvases (donde hay tanto engaño), la investigación en células madre o el vasto temario de la asistencia social. Nada más útil para aquilatar la valía de estos candidatos a la Generalitat. Pero no recogerán el guante.

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