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Entrevista:ANTONIO RESINES | ANTONIO RESINES | ACTOR | ACTOR | TROTAMUNDOS | TROTAMUNDOS

Rumbo a los clubes de jazz de Praga

El rodaje de la película La niña de mis ojos le retuvo en Praga casi dos meses.

Sí, fue fantástico. Aquél es otro mundo, si no fuera por los carteles de McDonald's. Recuerdo la entrada a la ciudad desde el aeropuerto, entre colinas. Y una arquitectura increíble, entre tanto parque y el río. Me pareció una ciudad muy moderna, y sólo percibí cierto atraso cuando rodamos fuera, en zonas rurales.

¿Alternó a dosis iguales trabajo y placer?

Hubo tiempo para todo. Nuestro hotel estaba en el barrio de Malastrana, muy cerca de donde se rodó parte de Misión imposible. Todas las noches atravesábamos el puente de Carolo, magnífico, rumbo a clubes de jazz, restaurantes o sitios interesantes y fuera del circuito turístico. Guiados por los actores checos de nuestra película.

Así, cualquiera.

Claro, tuvimos los mejores cicerones. Pero confieso que terminamos comiendo en restaurantes italianos, porque la comida checa no es muy allá. Mucha patata, mucha carne con salsa, y un gulash que no estaba nada mal, aunque siempre con sobredosis de pimentón. Menos mal que de vez en cuando llegaban visitas de España y nos llevaban jamón.

¿Y los eventos más culturales?

Praga tiene un ambiente cultural apabullante. Se nota el interés que hay por todo lo relacionado con las artes escénicas. En dos kilómetros a la redonda se celebran a la vez cuatro conciertos, y todos de calidad. Uno no sabía cuál elegir.

Me cuentan que usted, más que conciertos o museos, eligió largas caminatas.

Sí, yo no soy muy de museos, pero cada día salía a buscar el periódico y a dar grandes paseos. Y como entretenimiento extra hubo un partido de fútbol que vimos, la final de la Copa de Europa entre el Real Madrid y la Juventus, donde supe de verdad lo que era el pivo.

He dado el día libre a mi intérprete de checo, así que tendrá que traducirme...

El pivo es la cerveza de allá. Deliciosa, pero con una graduación más alta que la nuestra. A lo que iba: viendo el fútbol, David Trueba y yo pedimos una cerveza, y yo me bebí media de un trago. Al momento me sentía rarísimo, y David también. ¡Resulta que la cerveza tenía 23 grados!

La cultura que da viajar...

Pues sí, y las muchas sorpresas que uno se encuentra. ¿Sabe lo que nos robaron de las maletas en el aeropuerto? Los jabones, colonia y la pasta de dientes. Inexplicable.

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