Identidad viajera
Paxariño siempre ha sido músico viajero. De esos que buscan la inspiración en territorios ajenos -por distancia en el tiempo o localización geográfica- y a la vez propios -por afinidad espiritual o curiosidad intelectual-.
En su disco Pangea recorría continentes, para Temurá se inspiró en las tres grandes culturas de la Península -y también en la gitana-, mientras que el solar Perihelión se centraba en el Mediterráneo y el África subsahariana.
Seis años después de la anterior grabación, su nuevo disco se titula Ouroboros, esa serpiente -podría ser igualmente un dragón- que se muerde la cola y representa el mito del eterno retorno, el símbolo alquímico de la materia que se transforma.
Javier Paxariño
Javier Paxariño (saxo soprano, flauta baja, ney), Moisés Sánchez (piano), Carlos Ibañez (contrabajo), Toni Jurado (percusión), Alain Piñero (warr guitar, guitarra-bajo), Javier Monforte (guitarra) y Carlos Beceiro (zanfona, mandola). Invitados: Diego Galaz (violín), Joxan Goikoetxea (acordeón), Jaime Medina (panderos) y Eliseo Parra (percusión). Galileo Galilei. Madrid, 26 de septiembre.
En eso anda Paxariño. En Ouroboros, este granadino de nombre gallego, al que se puede seguir el rastro en grabaciones de Kevin Ayers, Joaquín Sabina o Radio Tarifa y en las bandas sonoras de Vacas o Los amantes del círculo polar, reiventa obras a partir de la combinación de diversos instrumentos. Danza do Escachapedras, dedicada a su padre, permite oír referencias gallegas. Uno de los responsables de que Javier Paxariño se haya fijado en el folclor peninsular es Eliseo Parra.
Si además cuenta con Carlos Beceiro, de la Musgaña, el palo de lo tradicional está perfectamente cubierto. La sabiduría popular de ambos le cubre las espaldas y Paxariño aborda confiado piezas como Días de júbilo, que parte de una seguirilla y es ejemplo del trabajo de músicos con vocación de encuentro, de mezcla.
En 'nninnia tocan una fantasía basada en una nana de la isla de Cerdeña. La música de Paxariño, permeable a los mundos que le rodean, nace siempre de la tierra y no esgrime pasaporte.
Aunque no inventa nada, Javier Paxariño sí ofrece su enfoque: Las visiones de Abulafia, que lleva nombre de cabalista del siglo XIII, revela a través del ney su memoria de lo sefardí; El misterio del agua, con flauta baja y un acordeón, el del vasco Joxan Goikoetxea, evoca atmósferas cinematográficas de decadente vals centroeuropeo, pero con resonancias de lo que podría muy bien ser un jazz mediterráneo y un final digno de Amélie Poulain.
Además de mostrar al completo el disco recién editado, también hizo Cortesanos, una de las piezas más reconocibles de su repertorio. No todo son cantantes de masas ni productos de laboratorios mediáticos; todavía hay músicos en España, y Paxariño es uno de ellos, que, sin hacer ruido, siguen empeñados en ir aportando su visión.
Babelia
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