El desheredado
Phil Mickelson, de posible sucesor de Jack Nicklaus a segundón de Tiger Woods
El golf estadounidense ya tiene otro Jack Nicklaus. Los llamados expertos, obligados por el deseo y la necesidad de encontrar el relevo del Oso Dorado, se precipitaron a principios de los 90 con aquel joven zurdo que había deslumbrado como universitario y aficionado. Phil Mickelson (Scottsdale, Arizona; 1970) fue pregonado como el probable nuevo genio del swing. Pero, hoy por hoy, no ha pasado de ser un brillante segundón. En principio, porque no explotó a su debido tiempo por falta de carácter o por mala fortuna. Luego, porque fue desheredado por el verdadero sucesor del mito, Tiger Woods (Orlando, Florida; 1975), que a todos ensombrece.
Un segundón brillante, en efecto, pero segundón. A su pesar, Mickelson es sólo alguien que escolta de lejos al líder de la clasificación mundial: 9,30 puntos por los 18,19 de Woods. ¿Por qué? Entre otras razones, porque aún no ha sido capaz de estrenar su palmarés en el Grand Slam mientras que Woods ha coleccionado ocho títulos desde 1997. Y la cuestión es que oportunidades no le han faltado. Ha rondado el éxito con frecuencia, pero no lo ha conquistado. Por fallos propios, producto de su ansiedad, de la presión a la que se somete, o por aciertos ajenos. Quizá también porque le ha faltado un mínimo empujón de la suerte.
Tercero en el Masters de Augusta de 1996, 2001 y 2002. Tercero en el Open de Estados Unidos de 1994, cuarto en el de 1995 y segundo en los de 1999 y 2002. Segundo en el Campeonato de la PGA norteamericana de 2001... Lo dicho, un segundón; uno que gana muchos torneos, pero menores. Claro que Mickelson, que se supone que antes o después se escapará de tanta fatalidad, no se resigna a ese papel. Tiene su personalidad y su correspondiente dosis de vanidad. Por eso ha protagonizado estos días ciertos roces con Woods, partidas de ping-pong aparte. Tanto es así que Curtis Strange, su capitán, les ha reconvenido. Con tacto, sin dejarles en evidencia ante la opinión pública. Pero con firmeza: 'Éste es un equipo. Nada de egos'.
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