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LA CRÓNICA
Columna
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El hombre que cenó con Bin Laden

Definición rápida y resultona: Robert Fisk es el periodista occidental que una noche comió queso, aceitunas, pan y mermelada en una de las guaridas de Bin Laden, a quien ha logrado entrevistar al menos en cuatro ocasiones. Definición seudoglamourosa: Robert Fisk es el periodista a quien John Malkovich quisiera pegar un tiro (pero esto es algo que debería explicar el propio actor; por ejemplo, cuando vuelva a Barcelona a dar una conferencia exquisita). Ahora digámoslo de otro modo: Robert Fisk (Kent, 1956) es uno de los más grandes reporteros contemporáneos; sus crónicas para el diario británico The Independent, las mismas que irritan profundamente a las autoridades de Washington y Tel-Aviv, se reproducen luego como exquisitas setas periodísticas en los mejores diarios del globo.

Nadie buscó motivos del 11-S; simplemente, se declaró una guerra 'contra el mal'

Doctor en Literatura y Periodismo por la Universidad de Dublín, comenzó su carrera periodística como corresponsal en Belfast a comienzos de la década de 1970. Desde hace 25 años tiene residencia fija en Beirut. Conoce perfectamente el Próximo Oriente y viaja sin descanso. Ha cubierto la guerra civil libanesa, las dos invasiones israelíes, la revolución iraní, la guerra irano-iraquí, la invasión soviética de Afganistán, la guerra del Golfo y los conflictos de Argelia, Bosnia, Kosovo y Palestina, informando siempre con un rigor que a muchos resulta incómodo y sin otra ayuda técnica que un teléfono, desde el que dicta sus crónicas palabra por palabra a una secretaria de su periódico. Atesora un sinfín de premios por su trabajo (entre ellos uno de Amnistía Internacional) y otro sinfín de amenazas, insultos y descalificaciones furiosas. Uno espera encontrarse con un corresponsal de guerra de aspecto rudo, al menos curtido, y descubre un hombre menudo y cordial, de mejillas coloradas, una de esas constituciones físicas más bien frágiles, pero que parecen alimentadas por una fuente de energía secreta. Habla con una mezcla genuinamente irlandesa de vehemencia e ironía, como pudo comprobarse el pasado jueves en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB), donde dio una conferencia titulada 11-S. Pregunta quién lo hizo, pero no preguntes por qué.

'¡Basta de decir que el 11 de septiembre cambió el mundo!'. Así comenzó su intervención, con esta especie de admonición a sus colegas periodistas. Porque si en algo se ha significado últimamente Robert Fisk es en la denuncia del cambio de actitud de sus colegas a la hora de informar de ciertos conflictos. 'Los periodistas se han transformado en portavoces de sus gobiernos; llegan a Afganistán y se visten ropas militares que les brinda el propio Ejército norteamericano, cuando no exhibiendo un arma y diciendo que han llegado para matar a Bin Laden. Nadie se cuestiona las informaciones que transmiten las autoridades. Nadie pregunta nada, como si preguntar fuese una actividad subversiva y antinorteamericana. Yo soy de los periodistas que todavía optan por hacer su trabajo; es decir, informar, no traicionar a mis lectores.'

La tesis de Fisk es muy clara: 'Cuando se comete un crimen, al menos en un Estado democrático, se llama a la policía para que investigue; luego, si se detiene al presunto culpable, se escuchan sus motivos en un juicio y se le juzga convenientemente. Nada de eso ocurrió tras el 11 de septiembre en Nueva York, donde se cometió un espantoso crimen contra la humanidad. Nadie buscó motivos, nadie investigó las causas; simplemente, se declaró una guerra 'contra el mal' que se encarnó en forma de ataque sangriento contra un país lejano y se encarceló en una isla del Caribe a los prisioneros de guerra. Pues bien, a mí, por decir todo esto, por preguntarme por los motivos que pueden tener los árabes para atentar contra Estados Unidos, por informar de la sangre de inocentes vertida en Afganistán, por decir todo eso se me hace pasar por alguien que justifica los ataques criminales del 11 de septiembre; poco menos que por un aliado de Bin Laden'.

'Por cierto, ¿en qué momento se dieron ustedes cuenta de que el enemigo de Estados Unidos ya no era un señor con barba que vive en cuevas afganas, sino un señor con bigote que vive en Bagdad y que fabrica armas químicas? ¿Les han informado ampliamente sus periódicos de este desplazamiento de enemigo o se lo han encontrado impreso como una evidencia incontestable?'.

Durante su intervención en el CCCB Fisk no eludió el episodio del pasado 8 de diciembre, cuando el periodista se convirtió en noticia. Fisk se encontraba con el coche averiado en la frontera entre Afganistán y Pakistán y, al ser reconocido como periodista occidental, fue atacado violentamente por una enardecida multitud. 'Hubiese muerto lapidado de no ser por un hombre religioso que detuvo la agresión y me llevó a una ambulancia de la Cruz Roja. Mientras me curaban pensé que no quería ser la fuente de la típica noticia del periodista atacado por los nativos, así que la expliqué yo mismo en una crónica, haciendo hincapié en el contexto de rabia y resentimiento que se respira en la zona contra los occidentales, explicando por qué mi aspecto de occidental había podido exasperar a mucha gente: porque posiblemente esa misma gente ha perdido a sus familias en los bombardeos occidentales. Si yo hubiese sido árabe, en aquel momento, probablemente también habría apedreado a Robert Fisk'.

'¿Saben qué ocurrió con mi explicación? Pues que muchos periódicos la omitieron, y dieron la noticia con la clásica visión islamofóbica. Mis colegas del Wall Street Journal llegaron a decir: 'Un multiculturalista que se autoodia tiene lo que se merece'.

Fisk terminó su intervención con otra pregunta inquietante: '¿Por qué los periodistas hacemos tantos esfuerzos por no decir la verdad?'.

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