Un bostezo
La última corrida de la feria de Logroño acabó en un prolongado bostezo que duró cinco toros. Fue un bostezo largo, acompasado a veces por el atronador eco que produce la alambicada cubierta de este macizo coso en el pasodoble cañí; un bostezo tamizado de final de feria que enviaba su rumor, su eco, por las faldas del monte Cantabria y que se dejaba escuchar gracias al sórdido estupor que produce la fiesta de los toros sin emoción ni toros. Salió el primero de la tarde, un toraco de preciosa lámina, de testuz rizada y con dos ofensivos pitones coronando su agresivo trapío. Se hizo presente Antonio Ferrera y se lo sacó al tercio cargando la suerte, ganando terreno y ajustándose en el mismo platillo con una media verónica seca y contundente. El toro se empleó con fijeza en el caballo y embistió como una locomotora en banderillas. Ferrera quebró en un par -el último- muy comprometido porque le dio todas las ventajas. En la muleta, el toro se mostró codicioso y boyante y el diestro pacense, en vez de mirar a otro lado, le plantó cara y le ofreció un reto cuerpo a cuerpo. Así, la faena resultó emocionante, porque a mitad del muletazo, el carriquiri se quedaba más pendiente de la pierna del diestro que de los vuelos del engaño. Jugó muy bien la mano diestra, sobre todo en la tanda en la que abrochó la primera parte de la faena, en la que logró muletazos rítmicos y cadenciosos que presagiaban una tarde triunfal. Ferrera no se amilanó hasta el final, cuando tiró todo lo hecho por la borda al endilgar un feo bajonazo que derrumbó al astado sin puntilla, pero que le valió para apuntarse una oreja de tono menor, la última de la feria.
Carriquiri / Ferrera, Fandi
Toros de Carriquiri, bien presentados, mansos y flojos. El 1º, bravo y encastado. El 5º, devuelto. Sobrero de Juan Manuel Criado, descastado. Antonio Ferrera: oreja, saludos y saludos. David Fandila El Fandi: silencio, silencio y palmas. Plaza de Toros de La Ribera. Logroño. 26 de septiembre. Sexta y última corrida de feria. Casi lleno.
En ese momento se acabó la corrida y comenzó el bostezo, del que sólo se salvó la bella tanda de naturales con la que Ferrera se ajustó en el tercero, un toro muy débil y protestado, pero que al final se mantuvo en pie. En el último que despachó, Ferrera parecía ya sumido en la decepción. El sobrero, de Juan Manuel Criado, tenía alma de marmolillo y no fue apto ni para las banderillas, tercio que en una corrida de matadores expertos en estas lides pasó completamente inadvertido.
El Fandi, que ya sabe lo que es triunfar en esta plaza, lo intentó todo. Toreó de pie, de rodillas y hasta de costadillo, pero los tres oponentes que estoqueó resultaron infames. Salían al ruedo recorriendo el anillo, desentendiéndose de la lidia y mostrando un espíritu esquivo que no les dejaba repetir ni una sola vez con algo parecido a la codicia.
Con su primero realizó un ejercicio casi metafísico: hacer embestir a un ejemplar que sólo buscaba la huida y que no para nunca de anhelar los terrenos donde se sentía más cómodo: las tablas. En el cuarto desplazó la muleta siempre hacia afuera, y aunque consiguió cierta ligazón, el resultado fue anodino. Llegó el sexto, la noche caía sin remisión por los tejadillos de La Ribera, y el bostezo se había adueñado definitivamente de la corrida. El Fandi puso de nuevo su voluntad en la palestra, pero el carriquiri no quiso dejar mal a sus hermanos y se mostró indolente.
Babelia
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