El último capricho de Antonio
El estudio de danza del bailarín vuelve a abrir sus puertas
El estudio del bailarín Antonio Ruiz Soler, más conocido como Antonio, a secas, inaugurado en 1952 y que a punto ha estado de desaparecer o convertirse en un edificio de apartamentos, vuelve a estar en marcha gracias a la iniciativa de la coreógrafa Carmen Roche, quien inaugura ahora en él su escuela de baile.
Este lugar fue un capricho del bailarín, un 'sueño realizado', como dicen sus amigos: 1.200 metros cuadrados en el número 7 de la calle Coslada, en el barrio de Salamanca, dedicados a la danza con todos los lujos. Como un teatrito con escenario de 10 metros de boca por 12 de fondo, o una especie de patio andaluz de dos pisos con balcones, desde los que el bailarín seguía los ensayos de los 40 miembros de su compañía.
Cinco bailarines que compartieron con él varias horas en este espacio -su compañera Pilar López, Carmen Roche, Victoria Eugenia, María Rosa y Paco Ruiz, sobrino de Antonio- hicieron un recorrido por sus recuerdos para festejar que el estudio no va a desaparecer. López, de 86 años, evoca las cenas que organizaba Antonio en su estudio, a las que acudían invitados como los duques de Windsor, la soprano Maria Callas o el bailarín Rudolf Nureyev.
Los amigos de Antonio le recuerdan sentados en un confortable despacho, con una majestuosa chimenea de granito, dos alturas, cuarto de baño y tan alto como dos pisos. 'Esto era su camerino', dicen. Coinciden en que el lugar sigue impregnado por su espíritu. Victoria Eugenia lo supo al entrar, pero le cuesta decirlo porque le entran ganas de llorar: 'Él siempre quiso que su estudio no se perdiera. Y ya es realidad'.
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