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Tribuna:DESDE MI SILLÓN | VUELTA 2002 | Decimoquinta etapa
Tribuna
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Pensamientos del Angliru

El primer pensamiento que me viene, a la vista de lo sucedido en la subida al Angliru, es un alivio: ¡De la que te has librado, amigo!

El segundo, en cambio, es una pregunta.

En la etapa de La Pandera, después de uno de los tantos látigos que nos tenemos que comer los que circulamos en la parte trasera del pelotón, me dijo Chechu Rubiera: 'Pedro, tienes que escribir mañana que al que no se porte bien lo vamos a mandar al infierno. Y para que se enteren bien de lo mal que se está allí, hay que decirles que aquello debe de ser como correr tres veces seguidas la Vuelta a España, ni más ni menos. Ya verás como así se hacen una idea'.

La pregunta es: '¿Chechu, después de lo de ayer, sigues opinando lo mismo?'

Es que me da que, por aquel entonces, tenías mejor cara que la que te estoy viendo ahora, cuando cruzas la meta empapado a más de diez minutos de Roberto Heras.

No sé, quizá hayas cambiado de idea.

No sé, Chechu; ya hablaremos, que quizá con correrla una vez sea suficiente, no nos vayamos a pasar.

Bueno, y el tercero es un recuerdo.

Acaban de cortar la retransmisión televisiva de la etapa. Han pasado apenas veinte minutos desde la exhibición de Heras y la gran mayoría de mis compañeros de fatigas siguen luchando contra la gravedad en las rampas imposibles del Angliru.

Ahí seguirán todavía; y son ellos, aunque no lo veamos, los verdaderos sufridores.

Perros rabiosos entrenados y dispuestos para la pelea.

Pelean contra ese débil amasijo de hierros que se empeña en doblarse y desperdiciar los valiosos gramos de fuerza en cada pedalada.

Pelean contra los elementos, contra esa irritante lluvia que les golpea sin parar.

Pelean contra sí mismos, contra sus riñones, a los que la lluvia obliga a trabajar más de la cuenta por los problemas de tracción; contra sus brazos, que no aguantan la tensión extrema; contra sus músculos, sus tendones y sus ligamentos, exhaustos e incapaces de dar más de sí.

Y, principalmente, pelean contra su orgullo, contra esa voz interior que les dice que la lucha es entre ellos y la montaña, y que no hay nada más en qué pensar: clasificación de la etapa, clasificación general o lo que sea.

Tan solo eres tú y lo que tienes delante.

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