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EL DEFENSOR DEL LECTOR
Columna
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Sexo... siempre que sea posible

Hay batallas de lenguaje que se adivinan perdidas, pero merece la pena luchar hasta el final... por si suena la flauta y es posible mantener un resquicio de cordura.

Los malos tratos de que son víctimas muchas mujeres han provocado tal alarma social que el asunto ha llegado hasta el Congreso de los Diputados, en forma de proposición de ley, presentada por la oposición y rechazada por el Grupo Popular que apoya al Gobierno, aunque con pacto posterior para lograr una legislación que intente poner freno a estos desmanes.

La propuesta debatida en el Congreso llevaba esta rúbrica: Ley integral contra la violencia de género, y con tan fausto motivo el pasado día 11, en la sección de Sociedad, se publicó un titular a cuatro columnas en el que se informaba de que El PP rechaza en solitario la propuesta socialista contra la violencia de género. Y, por si no quieres caldo..., el miércoles día 18 se pudo leer, esta vez a tres columnas, El PP acepta legislar con todos los partidos sobre violencia de género.

¿Con qué carta nos quedamos? Por una parte está el título de la propuesta de la oposición y la sospecha fundada de que el texto definitivo que puedan acordar los grupos parlamentarios mantenga la expresión 'violencia de género'. Por otra -y es la que aquí importa- está la lengua española, en la que escribimos, y el Libro de estilo del periódico, de obligado cumplimiento, que proscribe sin dudas ni excepciones el uso de la expresión violencia de género ya que, dice, el término género 'se refiere a la categoría gramatical de las palabras y no puede sustituir a sexo'. Además de prohibir, el Libro de estilo propone soluciones: 'No debe escribirse 'violencia de género', sino 'violencia machista', 'violencia sexista' o 'violencia de los hombres''.

Juan Sardinero, desde Alcorcón (Madrid), un lector que maneja el Libro de estilo, se ha dirigido al periódico para exigir su cumplimiento en este punto y preguntarse si de verdad es obligatorio para la redacción.

Claro que lo es, aunque, en esta ocasión, la propuesta de los diputados haya podido arrastrar al lenguaje.

Es evidente que al informar no se pueden alterar las denominaciones, de modo que, si la proposición derrotada recogía la expresión violencia de género, era obligado reproducirla, pero en el resto de la información debió respetarse la norma interna, sin asumir como valor consagrado la expresión de marras.

En marzo de 1999, dos columnas del Defensor se dedicaron a glosar este asunto, con gran escepticismo, tal y como soplan los vientos, sobre la posibilidad de que prevalezca cualquier expresión propia de la lengua española para hablar de la violencia doméstica o de las agresiones de varones a mujeres, y se recogía una recomendación del departamento de Español Urgente, que en la agencia Efe cuida las cuestiones de lenguaje. Ya entonces habían hecho saber a su redacción que 'debe evitarse a toda costa esta imposición artificial' del lenguaje, y el viernes pasado confirmaron que la prohibición sigue vigente.

Pero la gender theory, o teoría del género, como concepto social, no sólo biológico o gramatical, de origen anglosajón, parece imponerse no sólo como elaboración doctrinal, sino en la rechazable literalidad de su traducción al español.

Si el Congreso y el Senado alumbran una norma que contenga la expresión inglesa, la marea inundará el castellano con mayor rapidez de la que ya puede temerse.

Mientras tanto, procuremos capear el oleaje y, por supuesto, cúmplase el Libro de estilo: sexo... siempre que sea posible, mientras no haya que nombrar alguna norma concreta o reproducir las declaraciones que se refieran al género con otro significado distinto al gramatical.

Reclamos sexistas

A vueltas con el sexo, pero ahora más cerca de su 'condición orgánica', como lo define el Diccionario de la Real Academia, una lectora, profesora de periodismo, que ha pedido reiteradamente el anonimato, se ha dirigido al Defensor para denunciar lo que ella entiende como una utilización sexista del cuerpo de la mujer al reproducir fotografías de deportistas femeninas.

La queja se produjo tras la publicación de imágenes de la tenista Serena Williams, en uno de los partidos que jugó en el Open de Estados Unidos, con una nueva vestimenta, muy ajustada, que despertó la atención de muchos periódicos y de la que The New York Times escribió que la campeona 'empaqueta sus peligrosas curvas en un felino vestido de lycra'.

Esas peligrosas curvas, que la fotografía mostraba en todo su esplendor, le parecen a la profesora un mero y gratuito 'reclamo informativo', sobre todo porque se publicaron para ilustrar un texto en el que apenas se hablaba de Williams, aunque estaba dedicado al torneo en el que participó.

La lectora se pregunta si el periódico ha elegido una 'lectura de la realidad' en la que 'las tenistas no son noticia por su juego, sino por sus glúteos y sus pechos', y se extiende en amplias consideraciones que no es posible resumir en esta columna.

Marisa Flores, redactora jefa de Fotografía del periódico, ha explicado al Defensor que no se eligió la fotografía con ninguna intención sexista, sino como muestra de que el deporte -masculino o femenino- exhibe cuerpos esculturales, con innegable valor artístico al fotografiarlos, y que la imagen similar de un atleta masculino hubiese recibido el mismo tratamiento.

El Defensor supone que, desde posiciones feministas, se formularían muchas objeciones a esta explicación, pero la comparte en lo sustancial, sin olvidar que el asunto permitiría muy larga discusión.

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 913 377 836.

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